Ciencia en acción
A partir del siglo XIX se empezaron a desenterrar los primeros fósiles neandertales. No obstante, el siglo XX será recordado como aquella la época en la que el estudio de este tipo de homínidos registró un salto cualitativo. La extinción de estos seres hace alrededor de treinta mil años, o la posibilidad de que se hayan apareado con el Homo sapiens, entre otras recientes investigaciones paleoantropológicas, ha provocado que el neandertal forme parte del ideario científico y popular, en el cual se ha dejado volar la imaginación para ofrecer toda suerte de especulaciones en torno a cuáles pudieron haber sido las características de este primo cercano evolutivo.
Consideren la siguiente historia ficticia. Un neandertal anciano y solitario vaga por la sabana buscando frutos, semillas y algunos restos de animales muertos. Hace mucho que no ha observado o convivido con algún otro sujeto de su misma especie. Una extraña tribu con una habilidad notoria en el uso de herramientas y armas y con un lenguaje mucho más articulado que el suyo, ha conquistado una gran variedad de territorios. Llevan a cabo la caza y recolección con mayor facilidad. Los hombres de cromañón, los primeros seres de la especie Homo sapiens, a veces le regalan comida. El líder de una horda humana se comunica con el anciano neandertal y le dice que hace muchísimo tiempo que no observa a otros de su tipo. Le ofrece cobijo y alimento. Sin embargo, algunos de los niños de la horda son un tanto crueles: atan al neandertal y lo arrojan a un río. A duras penas el anciano se desata y sale a flote. El cromañón reprende seriamente a los chiquillos traviesos, sin embargo, no hay nada que pueda hacerse: el anciano sufre un fuerte resfriado que lo lleva a la tumba.
Esto es lo que el escritor norteamericano Lester del Rey narra en El día ha muerto (1939), conmovedor relato de ciencia ficción sobre el encuentro entre humanos y neandertales. Si bien resulta interesante imaginarse cómo pudo haber muerto el último hombre de neandertal, realmente se desconocen las causas que provocaron la extinción de esta especie homínida.
¿Los primeros seres humanos tuvieron algo que ver en la extinción? ¿O se trató simplemente del efecto de un fuerte cambio climático?
A partir del descubrimiento en 1856 en el yacimiento de Feldhofer en Alemania de los restos fósiles del espécimen denominado como “Neandertal 1”, este ser se ha filtrado en el ideario científico y popular y ha generado toda clase de especulaciones acerca de su existencia y desaparición. Se le ha imaginado de muy distintas formas: como un animal torpe, un ser parecido a los humanos, e inclusive se le ha visto como un homínido que pudo haber sido más inteligente que los cromañones.
Las estimaciones de los paleontropólogos ubican la aparición del hombre de neandertal hace alrededor de unos cien mil años en el continente africano. A diferencia de los primeros humanos, que se distribuyeron a lo largo de varios continentes, se piensa que el neandertal únicamente colonizó lo que hoy es Europa y la parte oeste asiática. O, al menos, así parece indicarlos el registro fósil.
Numerosas investigaciones han ofrecido elementos que han desatado controversia sobre algunas de las características que pudieron haber demarcado a este homínido. En primer lugar, se han encontrado vestigios que sugieren que manejaba diversos tipos de herramientas moldeadas a partir de rocas y que poseía cierta capacidad de lenguaje simbólico. También se sabe que dominaba el fuego, realizaba alguna especie de ritual para honrar a sus muertos y que incluso tenía nociones básicas de agricultura.
¿Pero fue el neandertal realmente tan parecido al Homo sapiens?
En la novela Los herederos (1955), el premio Nobel de Literatura William Golding (famoso por su primera novela, El señor de las moscas), ofrece un posible panorama sobre los primeros encuentros entre hombres y neandertales. A diferencia de las ideas científicas que predominaban en su tiempo, en las que se consideraba a estos últimos como entes torpes y brutos, Golding los describe como seres mucho más inteligentes, poseedores de una visión del mundo propia e identidad particular. Asimismo, el escritor británico retrata con detalle cómo pudo haber sido la mentalidad neandertal (por ejemplo, los neandertales de la novela tienen ciertos problemas con las ideas del aquí y el ahora) y qué forma de lenguaje podrían haber tenido. Sin embargo, es necesario aclarar que Golding se basó parcialmente en los conocimientos científicos de su época, mientras que el resto de lo que describe en su historia tiene un carácter altamente especulativo (en algunos casos, ofrece escenas poco creíbles, como aquella en la que sugiere que los neandertales se transmitían imágenes a través de la telepatía).
Décadas más tarde, gracias a los estudios genéticos que se han llevado a cabo a partir de diversas muestras de hueso neandertal, se determinó que estos seres tenían una variación del gen FoxP2, cuya presencia en el genoma humano se ha relacionado con la facultad para hablar. Mientras que algunos autores sugieren que los neandertales pudieron haber desarrollado un lenguaje articulado con ciertas limitaciones, otros opinan que la posición de la laringe pudo complicar seriamente la facultad del habla, por lo que estos homínidos habrían desarrollado un lenguaje a base de gruñidos en conjunto con el uso de movimientos corporales.
La novela de Golding también explora la mentalidad de los cromañones. Según este autor, los humanos pudieron haber sido más listos y hábiles para la cacería y el combate, aspecto que a la larga habría afectado seriamente a la contraparte neandertal. A lo largo del texto descubrimos que los humanos poco a poco fueron eliminando a los neandertales debido a que les temían y a que representaban una competencia directa por ocupar el mismo nicho ecológico. Uno de los personajes humanos incluso se refiere a ellos como los “demonios del bosque”.
Por otra parte, uno de los temas que más han encendido el debate de la comunidad científica, es la posibilidad de que humanos modernos y neandertales se hayan apareado y producido descendencia fértil.
En la película La guerra del fuego (1981), coproducción francesa-canadiense-estadounidense dirigida con gran detalle por el cineasta francés Jean-Jacques Annaud, observamos con claridad cómo es que un neandertal embaraza a una chica cromañón. La cinta nos cuenta la historia de una tribu neandertal que pierde la preciada braza con la cual generan el fuego durante una pelea con una tribu enemiga de Homo erectus (situación por cierto anacrónica: ahora se sabe que este homínido dejó de existir miles de años antes). Ante el desespero de la tribu, se le comisiona a tres guerreros la misión de encontrar un nuevo fuego. Estos tres neandertales vivirán diversas y peligrosas aventuras hasta que uno de ellos se relaciona con una pareja de Homo sapiens, quién le enseñará cómo generar una fogata sin necesidad de contar con una braza ardiente. La cinta termina con la pareja abrazada y en espera de un bebé, el primer homínido híbrido entre estas dos especies.
¿Pero qué nos dice la ciencia frente al imaginario cinematográfico?
En 2010, un estudio internacional dirigido por el biólogo sueco Svante Pääbo secuenció por primera vez el genoma del hombre de neandertal a partir de los restos de tres hembras de esta especie. Entre las sorpresas que el equipo ha ido encontrando resalta el descubrimiento de genes que están presentes tanto en humanos como en neandertales. Dicho descubrimiento ha llevado al equipo a proponer que realmente hay evidencia sustancial a favor de apareamientos con descendencia entre las dos especies de homínidos. Si esto en realidad ocurrió, ¿tenemos en nuestros genes cierta ascendencia neandertal?
Sin embargo, otros científicos han mostrado un fuerte escepticismo. Para el zoólogo británico Andrea Manica, el hecho de que se encuentren los mismos genes en ambas especies sólo sugiere que compartimos un ancestro en común. Mientras tanto, otros investigadores sugieren que sí se pudieron haber suscitado cruzas con descendencia, pero que estas no prospereraron.
Siguiendo el concepto biológico de especie elaborado por el evolucionista Ernst Mayr, una especie es aquella que bajo condiciones naturales se puede reproducir y producir descendencia fértil. En esta línea, se ha propuesto que la descendencia entre humanos y neandertales pudo haber sido infértil; o si los híbridos sobrevivieron, éstos se podrían haber extinguido con los neandertales.
Regresando al imaginario popular, quizás una de las novelas más realistas sobre el tema sea La danza del tigre, escrita por el paleontólogo finlandés Björn Kurtén y cuya edición en inglés fue publicada en 1980 (Kurtén propuso que esta y otras novelas prehistóricas pertenecían a un género inventado por él: la paleoficción). Para este autor, los neandertales fueron un tipo de homínido que convivió y compitió con el ser humano moderno. Debido a los rasgos faciales y morfológicos de los Homo sapiens, tales como la aparente redondez de la cabeza, los neandertales pudieron verlos con cierta ternura (algo similar sucede con nosotros: la esfericidad de la cabeza de un bebé, ya sea de humano, gato o cocodrilo, nos genera cierta ternura) e incluso pudieron haberles gustado como parejas potenciales. Asimismo, Kurtén va todavía más lejos y propone, tomando en cuenta que muchos fósiles de este homínido han sido encontrados en Europa del Este, que los neandertales pudieron haber sido pelirrojos y anteceder directamente a los humanos modernos caucásicos.
Pese a la evidencia y a las distintas interpretaciones, el hecho de que sólo contemos con los huesos de los neandertales complica las investigaciones y ofrece serias dificultades para entender cómo eran y cómo se comportaban. Quizás nunca sepamos exactamente quiénes fueron esos homínidos que convivieron con nuestros antepasados lejanos, por lo que nos tendremos que conformar con imaginar de una y mil formas a esos seres con los que compartimos el planeta hace unos treinta mil años.
‘Restoration of a Neanderthal woman cleaning a reindeer skin.’ . Credit: Wellcome Collection. CC BY
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