Una serie de mapas creados a partir de algunas de las novelas más emblemáticas que acontecen en la Ciudad de México exploran las relaciones entre la arquitectura, la literatura y la ciudad.
“Estos mapas son una invitación a recorrer y redescubrir la ciudad junto con ellos; sumergirse en la complejidad a la que la ficción se suma; conectar historias, tiempos y espacios; recorrer el pasado en el presente y la ficción en la realidad; conocer la ciudad leyendo, para después conocer lo leído en la ciudad”, declara la arquitecta Jimena Hogrebe Rodriguez, creadora del proyecto.
Este altlas ofrece la opción de ver la arquitectura y la ciudad más allá de los límites de la realidad física, y ver la ficción como parte esencial de nuestra manera de estar en el mundo.
En esta primera entrega las novelas incluidas son:
- Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco
- El complot mongol, de Rafael Bernal
- Santa, de Federico Gamboa
- La gota de agua, de Vicente Leñero
- El vampiro de la colonia Roma, de Luis Zapata
- El Guardián de la calle Amsterdam, de Sergio Schmucler
Si te interesa adquirir alguno de los mapas, o bien el paquete de los seis en un paquete de edición limitada, puedes escribir a hola@ahoritaleo.mx
Acá les compartimos un extracto del prólogo del proyecto, escrito por Andrés Cota Hiriart:
“Poner una ciudad en un libro, poner el mundo en una hoja de papel —los mapas son los espacios humanizados más condensados de todos… hacen que el paisaje encaje en el interior, nos hacen maestros de lugares que no podemos ver y de espacios que no podemos cubrir—”, declara Robert Harbison en Eccentric Spaces. Lo mismo podría decirse de las obras narrativas. Y es que los libros también son mapas. Realidades virtuales contenidas en páginas. Cartografías de acceso a vidas ajenas. Atlas de recuerdos que no nos pertenecen. Rutas de escape hacia lo desconocido. Llaves sintácticas que no sólo tornan cercano lo distante, o asequible lo inefable, sino que abren las puertas del tiempo y permiten echar una mirada hacia el pasado, así sea a un pasado inventado —pero no por ello menos verdadero—, y hacer propio el territorio enmarcado.
Porque eso hace también la literatura: borra los límites físicos entre el exterior y el interior. Entre el espacio público y el privado. Entre el otro y el que es uno. Los muros se desvanecen, el escenario se integra con sus habitantes y éstos, a su vez, con nosotros mismos.
Encarnamos al otro y con sus ojos leemos las paredes de esa ciudad que pensábamos conocer pero que ahora se revela como un paraje incierto. Recorremos las calles como si fuera la primera vez. Pronunciamos los nombres que nunca hemos escuchado. Compartimos sus miedos. Impregnamos las avenidas y los edificios con nuestras proyecciones mentales y los transformamos. Los parques se inundan, los centros comerciales dejan de ser una constante en la urbe, los tranvías vuelven a reclamar el asfalto y el horizonte se libera de los anuncios espectaculares y de los rascacielos que ahora nos subyugan. Acariciamos esa nueva ciudad dentro de la ciudad con sorpresa y desconcierto, sin embargo, estamos al tanto de en qué esquina hay que dar vuelta para regresar a esa casa en la que, pese a que nunca hayamos puesto un pie, ya moramos. Sabemos de sobra el camino a la taberna donde aguarda el sosiego y a partir de qué calle nos está vedado el paso.
Todo es distinto, pero a la vez indistinguible. La megalópolis azteca en perpetua expansión. Las promesas de desarrollo que nunca llegan. La perenne escasez de agua. El tráfico y su cortina de hierro. El polvo, el mercadeo y el estruendo. Opulencia, pobreza, prisa, crimen, hastío. Estratos y más estratos. Huestes de ambulantes, tacos en cada esquina, policías siempre al acecho. “Gran circo es esta ciudad”, dicta con atino la voz de la Maldita Vecindad. La región más trasparente hace tiempo que dejó de merecer su título. Bernal tenía razón: pero más que de un complot mongol, se trató de una invasión y fue coreana. Y los olvidados siguen ahí, merodeando en el subsuelo.
Imposible no perderse entonces en el juego de espejos. Ya no queda del todo claro si estamos ante el libro expandido o la realidad aumentada. Si las capas de la ficción son las que han moldeado el entorno arquitectónico, superponiéndose palmo a palmo, o si, en cambio, los índices sustraídos de la realidad son los que han dado forma al artificio narrativo. ¿Quién representa a quién? ¿Cuál emula al otro? ¿Somos nuestras historias o es a la inversa? ¿Quién dota de sentido a quién? Al respecto, Gilles Deleuze sentencia: “escribir no tiene nada que ver con dotar de significado. Tiene que ver con la agrimensura y la cartografía, incluyendo el mapeado de los países que están por venir”.
¿Para qué visitar un sitio en persona si ya se han leído todos los libros posibles sobre él? —se dice que pronunció alguna vez el gran Borges, ya entrado en años—. Difícil discutir con el erudito ciego. Y menos aún, cuando al articular tal frase probablemente tendría en mente una máxima literaria semejante a la utopía del cartógrafo que dejó plasmada en Del rigor de la ciencia: “en aquel imperio, el arte de la cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio, toda una provincia. Con el tiempo, esos mapas desmesurados no satisficieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del imperio, que tenía el tamaño del imperio y coincidía puntualmente con él”.
¿Podríamos proponer algo semejante desde el terreno de la literatura, un cuerpo de obra tan desbocado que simule punto por punto y pensamiento por pensamiento todos los miasmas y reliquias de este caos imberbe al que llamamos Ciudad de México? La respuesta queda abierta a la especulación, desde luego, pero posiblemente en estos esbozos de geografía narrativa hallemos alguna pista. Un simulacro, si se prefiere, del híbrido que surge en la intersección de transitar y ser parte de. Convertir la luz de la cartografía literaria en brújula de navegación. Un detector de metales para guiar nuestros pasos hacia los ricos tesoros que aguardan en los confines fantasmales del vértice entre la ficción y la realidad. La quimera fértil de esa cruza que acontece al mezclar el libro, el mapa y la propia experiencia.
Aquí puedes ver el video de la presentación en donde se ofrece muchas más información del proyecto.
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