En 2013, a los 27 años, me di cuenta que no iba a ser tan fácil vivir de la música como lo pensaba mi Kurt Kobain interior y que, además, muy probablemente viviría más de 27 años. Por eso empecé a estudiar la carrera abierta de psicología en la UNAM. Era mi plan C, porque antes de estudiar música quise ser futbolista.
Por Jonathan Garcia Muriel *
Hasta ese momento, llevaba algunos años siendo autodidacta de la ciencia a través de YouTube y unos cuantos libros, y tenía algunas nociones de filosofía, psicología y ciencia en general, pero conocía muy poco sobre los nombres de las distintas corrientes de pensamiento de cada disciplina. Solo conocía a algunos académicos y pensadores, y ninguno me parecía que estuviera tan mal, ni siquiera sabía tanto como para ponerme en la posición de criticarlos (excepto a Deepak Chopra), y más bien lo que hacía era tomar las partes que más me interesaban de cada uno de ellos. Esto es raro porque ya en la academia te das cuenta que tienes que criticar a otros para poder existir, y eso implica inclinarse hacia una perspectiva o escuela de pensamiento y tomar distancia de otras.
Ya en la carrera, después de los dos primeros semestres, me dio la impresión de que algunos estudiantes —y hasta profesores— concebían las distintas corrientes como si fueran equipos de fútbol. Y lo que normalmente pasa en el fútbol, y en varios deportes, es que solo le puedes ir a un equipo y odiar por lo menos a otro —sobre todo si tienes 18 años, que es la edad en la que se supone que tienes que saber qué vas a hacer de tu vida, pero que es también una etapa en la que estás activamente configurando tu identidad y personalidad, y a tu córtex prefrontal aún le faltan unos 7 años para que se termine de desarrollar por completo; razón por la cual probablemente algunos de tus comportamientos aún tengan algo o mucho de tribales—.
Por lo anterior, se vuelve comprensible que los estudiantes de universidad tiendan a inclinarse apasionadamente por autores, académicos o científicos que representan una corriente de pensamiento que se opone a otras. También, eventualmente, te das cuenta que en algo te tienes que especializar y todo eso adquiere aún más sentido.
Antes de decidirme por una corriente de pensamiento, porque al parecer eso tenía que pasar, primero quería saber el lugar que ocupa la psicología en la realidad con respecto a las otras ciencias, o sea ¿en dónde empieza la psicología, qué viene antes y qué viene después? Otra manera de pensar esto es entender a la psicología—y a cualquier otra ciencia—como un nivel de complejidad emergente que surge a partir de un nivel más fundamental, que le precede, y que el conjunto de las partes de este nivel previo dan lugar a aquellos fenómenos que llamamos psicológicos. Ahora lo puedo articular de esa manera, pero hace once años solo me surgió esa duda porque quería saber por dónde debía empezar a estudiar psicología, porque tal vez entendiendo sus fundamentos, si es que los hay, podría después saber qué corriente de pensamiento sería la mejor.
A partir de ese momento me puse a investigar si había una manera lógica y razonable de acomodar a las ciencias de manera que tuviera sentido con la realidad. La primera gran diferencia que uno encuentra es que la ciencia se puede dividir en por lo menos dos grandes categorías, las Naturales y las Sociales, entendiendo que las primeras son más fundamentales que las segundas, o que las Sociales dependen, o se dan en el contexto de las Naturales. Con eso en mente empecé a hacer algunos esquemas en donde escribía el nombre de las distintas ciencias en rectángulos y los acomodaba jerárquicamente de abajo hacia arriba, siendo las de abajo las más fundamentales, las que permitían el surgimiento de las de arriba. Esta fue la imagen final:
Un tiempo después, encontré en internet un curso del historiador Yuval Noah Harari en donde hablaba de su libro Sapiens. En el primer video mostraba una imagen con una línea de tiempo del origen el universo, en donde ponía al Big Bang como el inicio de la física, seguido del surgimiento de las estrellas y galaxias como el comienzo de la química y después daba un salto en el tiempo hasta nuestro Sistema Solar y a la Tierra en donde surge la biología a partir de los seres vivos. Era la primera vez que veía que alguien más ordenaba de esa manera la historia; agregando a las ciencias dentro de la historia.
Después me encontré con una plática de TED de David Christian que se llama The History of our world in 18 minutes, en donde habla de una manera de contar la historia del universo, desde el Big Bang hasta nuestros días, con los datos que se tienen de las distintas disciplinas científicas. En su libro Origin Story, David Christian divide a la historia del universo en 8 umbrales que representan un punto de inflexión en donde, a partir del ordenamiento de cosas ya existentes, surgen fenómenos con propiedades emergentes que no habían existido antes en el universo, lo que significa un aumento en la complejidad del universo.
Cuando se habla de un aumento en la complejidad debemos pensar en sistemas emergentes que se organizan a partir de ciertas condiciones que permiten que estos sistemas, fenómenos u objetos, mantengan un orden y una estabilidad que requiere de la incorporación de flujos de energía e información que necesitan para evitar la entropía—o la disipación de energía en una forma más desordenada, sin posibilidad de sostener los procesos que necesitan estos sistemas complejos para continuar.
El resultado de este ordenamiento de las distintas disciplinas científicas dentro de una narrativa histórica, es un mapa de espacio y tiempo de la realidad. De espacio porque la realidad está compuesta de objetos con distintas dimensiones, desde la Longitud de Planck (que por ahora es la distancia más pequeña en donde los resultados de los modelos experimentales de la física tienen sentido), hasta el universo observable.
Durante el recorrido entre estos dos extremos, a través de una especie de zoom in o zoom out, uno atraviesa por distintos niveles de complejidad, o de complejidades emergentes. Veríamos cómo a partir de los quarks surgen los neutrones y protones que unidos a los electrones crean los átomos que conforman de la tabla periódica de elementos, que a su vez forman las moléculas y compuestos químicos que eventualmente dan lugar a estructuras orgánicas como los virus, bacterias y las células; estas últimas dan lugar a los tejidos de los órganos que forman los sistemas de los cuerpos de los seres multicelulares, que en conjunto forman la biosfera del planeta Tierra que, junto con otros 7 planetas, se encuentra dentro del Sistema Solar.
El Sol es una de las 100 mil millones de estrellas dentro de la Vía Láctea, que es una de las 50 galaxias que están dentro del Grupo Local, que está dentro del Cúmulo de Virgo junto con unas mil más, que a su vez están dentro del Supercúmulo de Virgo que incluye cientos de grupos de galaxias, que están dentro del Supercúmulo de Laniakea que está compuesto de unas 100,000 de galaxias y que conforman el universo observable. En todo este recorrido pasamos por la física, química, biología, geociencia y astronomía, por mencionar las más generales.
Y de tiempo porque el universo parece estar determinado a ir hacia adelante y a la irreversibilidad, cualidades dadas por la tendencia al aumento de la entropía en el universo, lo que, en pocas palabras, da como resultado al fenómeno que llamamos tiempo.
Esta tendencia es la razón por la cual hay que estar limpiando constantemente nuestras cosas; para evitar que la entropía, o el desorden, se apodere de ellas, y para lograr eso hay que utilizar energía. Lamentablemente nunca sucede al revés, o sea, que con el tiempo las cosas se limpien o se arreglen. Hay muchas menos configuraciones posibles en el universo que permitan que tu recámara permanezca limpia, por eso, para mantener esas configuraciones, ese orden, se tiene que gastar energía. Es también la razón por la que recordamos el pasado pero no el futuro, y por la que envejecemos. En esta línea del tiempo, el universo parece comenzar en un estado de entropía baja que con el tiempo tiende a crecer, permitiendo, a partir de las leyes de la física, el surgimiento de estructuras estables que, bajo ciertas condiciones, dan lugar a otras con propiedades emergentes.
Y así podemos dividir la realidad en niveles de complejidad interdependientes. Para el mapa del tiempo, usaré la cronología de los 8 umbrales en los que David Christian divide a la historia del universo con una breve explicación de cada uno:
Umbral 1: El origen del Universo. Hace 13.8 mil millones de años.
El modelo del Big Bang es una teoría que describe exitosamente la evolución del universo observable, pero no marca el inicio del universo, sino el límite de nuestro entendimiento sobre cómo comenzó el universo. A partir de ese momento hipotético, estaría el comienzo de la física con las primeras estructuras y patrones del universo. La energía se divide en las cuatro fuerzas fundamentales que conocemos: fuerza nuclear fuerte, fuerza nuclear débil, fuerza electromagnética y fuerza de gravedad. Aparece la materia, que no es más que energía muy comprimida y que puede durar millones de años o una fracción de segundo.
La primera ley de la termodinámica dice que la energía siempre está ahí, se conserva, la segunda ley nos dice que todas las formas que emergen (materia) eventualmente se disuelven en el océano de energía (entropía). Las leyes fundamentales de la física son las reglas del universo que permiten que veamos el surgimiento de estructuras ordenadas, en vez de solo un caos aleatorio sin dirección ni forma, al descartar y restringir un potencial número infinito de posibilidades a solo unas cuantas compatibles con estas reglas. De ahí vienen los primeros átomos y las interacciones entre estos a través de las 4 fuerzas fundamentales que dan lugar a todo lo demás.
Umbral 2: Las primeras estrellas. Hace alrededor de 13.2 mil millones de años.
La fuerza de gravedad permitió que la energía y la materia se juntaran después del Big Bang, generando las condiciones necesarias para la aparición de las estrellas y las galaxias. Mientras que la mayoría del universo se enfriaba, las partes en donde se condensaron las colisiones entre átomos, se calentaron al grado que los protones superaron la repulsión de sus cargas positivas, lo que hizo que se juntaran en pares para formar núcleos de helio. Durante este proceso, una parte de la masa de los protones se convierte en energía y las grandes cantidades de energía que se emite en la fusión de protones provoca que el núcleo de esta concentración se expanda hasta crear una nueva estructura que permanecerá estable durante millones o miles de millones de años; esta estructura es una estrella. Y la conjunción de estas por millones y miles de millones crean las galaxias.
Ahora el universo tiene estructura a pequeña y a gran escala y se puede decir que ahora el universo es más complejo. Algo que se debe tomar en cuenta, a partir de aquí, es que la entropía demanda más energía mientras más compleja sea una estructura. Cada vez que se cruce un umbral de complejidad, quiere decir que esta estructura emergente deberá encontrar y administrar flujos más elaborados de energía para mantenerse.
Umbral 3: Nuevos elementos e incremento de la complejidad química. Hace 13.2 mil millones de años.
Las condiciones necesarias para que fuera posible este umbral de complejidad emergente, compuesto de nuevas formas de materia, se dieron a partir de la muerte de estrellas. Las estrellas se pueden clasificar según su brillo o luminosidad, que es la cantidad de energía que irradian al espacio, y su color, según la temperatura de la superficie. Estas dos cualidades cambian durante la vida de una estrella, pero también la masa de la nube de materia por la que fueron formadas es una variable que determina las distintas historias de vida de una estrella y la manera en la que morirán.
Las grandes temperaturas que se dan en la muerte de una estrella, permiten que los núcleos de helio se fusionen, dando lugar a elementos más pesados como el carbono y el oxígeno, que a su vez pueden fusionarse para formar elementos desde el magnesio al silicon y eventualmente hierro. Cuando estos elementos se acumulan en nubes de polvo entre las estrellas, forman moléculas simples, que son la base de nuevos objetos astronómicos como planetas, lunas y asteroides.
Umbral 4: Moléculas, Lunas, Planetas y el Sistema Solar. Hace 4.5 mil millones de años.
En este nivel es importante entender cómo suceden las interacciones entre los átomos. La complejidad química depende de pequeños flujos de energía electromagnética que permiten que los átomos y las moléculas se organicen y reorganicen. El entorno ideal para que esto suceda parece estar cerca de una estrella, pero no muy cerca, en regiones con flujos gentiles y continuos de energía libre (energía estructurada que puede ser utilizada para realizar trabajo). Los cuerpos planetarios son químicamente más abundantes que las estrellas, por lo que ofrecen las condiciones ideales para el desarrollo de una química más compleja que eventualmente generaría vida en nuestro planeta, y tal vez en muchos otros.
Dos tipos de procesos convirtieron los discos giratorios de materia en planetas, lunas y asteroides. El primero fue un tipo de acomodo químico por los vientos solares que se llevaron a los elementos más ligeros, como el hidrógeno y el helio, lejos de las órbitas internas del sistema solar en donde se formarían los planetas rocosos. El segundo proceso fue la acreción, que fue más violenta en la región interna del sistema solar porque había mucha más materia sólida que se fue acumulando en distintas órbitas hasta generar los planetas que podemos ver hoy en día.
Nuestra luna fue creada, probablemente, a partir de una colisión de la Tierra con un protoplaneta del tamaño de Marte (Theia), que provocó la formación de una nube de materia que orbitó la Tierra hasta formar la Luna. Después de que la Tierra se formara por acreción, fue tomando su forma por medio de un proceso que los geólogos llaman diferenciación magmática que explica la formación de las distintas capas de la Tierra.
Umbral 5: Vida en la Tierra. Hace 3.8 mil millones de años.
La vida se constituye de miles de millones de nanomáquinas moleculares que trabajan en conjunto dentro de estructuras que llamamos células. Las células son las unidades más pequeñas con la capacidad de replicarse de manera independiente y sobreviven mediante la incorporación de flujos delicados de nutrientes y de energía libre del entorno. Da la impresión de que las células actúan a partir de propósitos e intenciones que se dirigen hacia dos tareas principales: (1) permanecer vivas, a pesar de la entropía y los entornos impredecibles, y (2) hacer copias de sí mismas que puedan permanecer vivas. Para definir qué es la vida, por lo menos en este planeta, se deben incluir las siguientes cinco características:
1. Los organismos vivos están constituidos por células encerradas por membranas semipermeables.
2. Tienen metabolismo, a través de mecanismos que extraen y usan flujos de energía libre del entorno para organizar los átomos y las moléculas de las estructuras complejas y dinámicas que necesitan para sobrevivir.
3. Pueden ajustarse a los cambios del entorno a través de los procesos de homeostasis, usando la información de su entorno interno y externo, que les permite reaccionar.
4. Pueden reproducirse usando información genética para hacer copias casi exactas de sí mismos.
5. Las copias difieren un poco de sus predecesores, así que a través de las generaciones las características de los organismos vivos cambian lentamente, mientras evolucionan y se adaptan a los cambios del entorno. Este es el mecanismo que Charles Darwin describió como Selección Natural; una idea fundamental de la biología moderna, porque es el mecanismo que impulsa la complejidad de la vida al filtrar solo las posibilidades genéticas compatibles con las reglas locales del entorno que determinan qué organismos sobreviven.
Aún no existe una explicación completa sobre cómo evolucionaron los primeros organismos vivos, pero se han llegado a comprender muchos de los pasos de ese proceso. Los biólogos llaman LUCA (último antepasado común universal, por sus siglas en inglés) al primer organismo vivo que existió antes que cualquiera de las primeras formas de vida que se han descubierto hasta ahora. Compartía muchas características con los organismos unicelulares que se conocen como prokaryota.
La distinción entre las células procariotas y eucariotas es considerada como una de las divisiones más importantes en biología. Las células eucariotas son más grandes que la mayoría de las procariotas. Esto permite la especialización; una especie división del trabajo dentro de las células eucariotas. La protección que da el núcleo a la información genética de las eucariotas hizo posible que se pudiera almacenar en mayores cantidades y ser copiada más fácilmente, lo que explica la exuberante evolución de las eucariotas a comparación de las procariotas. Además, introdujeron una característica más: el sexo, que les permite pasar información genética de maneras más complejas. La combinación del material genético a través del sexo, agrega un nievo giro a la evolución, ya que se introducen pequeñas variaciones al azar en cada generación y, con más variaciones, la evolución tiene más de dónde “escoger”.
Pasaron tres mil millones de años para llegar de LUCA a los primeros animales multicelulares o metazoos, pero una vez dadas las condiciones para su evolución, estos empezaron a explorar nuevos nichos (fuera del agua, por ejemplo). Las extinciones masivas le dieron un grado más de azar a la evolución, y determinaron qué especies podrían adaptarse y prosperar en las nuevas condiciones que se imponían. Pero algunos cambios y tendencias en la evolución no fueron al azar, como la tendencia a que surgieran animales de mayor tamaño y con cerebros más grandes. Mientras los organismos se hacían más grandes y complejos, necesitaban más información sobre su entorno, así que la Selección Natural los dotó de un deseo por la información ya que era vital para su éxito. Los mecanismos de procesamiento de la información se volvieron más elaborados, por lo que aumentó el número de células nerviosas encargadas de esas tareas.
En los animales, los nervios se juntaron en nodos, ganglios y cerebros juntando miles, millones y miles de millones de neuronas que pudieran procesar en paralelo. Esto les permitió modelar aspectos importantes del mundo interno y externo, y hasta posibles futuros. Estos mapas nos ayudan a mantener la homeostasis; a responder de manera apropiada a los cambios constantes del entorno. Con esto se desarrollaron mecanismos complejos de toma de decisiones, unos rápidos, dirigidos por las emociones, y otros más lentos. El conjunto de sensaciones, emociones, sentimientos y pensamientos, crean el mundo subjetivo que experimentamos los humanos y muchas otras especies con cerebros grandes.
El estado al que llamamos consciencia parece ser un modo de enfocar nuestra atención para tomar decisiones importantes. Y añadiendo memoria a estos sistemas de toma de decisiones, obtenemos los fundamentos del aprendizaje complejo; la capacidad de recordar los resultados de decisiones pasadas para usarlos para tomar mejores decisiones en el futuro. Con esto tenemos ya los ingredientes necesarios para hablar de nuestra especie.
Umbral 6: Primera evidencia del Homo Sapiens. Hace 300 mil años.
La aparición de los humanos es importante en esta historia porque en muy poco tiempo hemos transformando la biosfera del planeta de manera importante. Esto ha sido posible porque los humanos hemos encontrado nuevas maneras de usar información para aprovechar grandes flujos de energía. Al principio fue un proceso lento pero se ha ido acelerando, al punto en donde nuestros estilos de vida, que cada vez dependen de flujos más grandes de energía, están provocando cambios en el planeta con consecuencias potencialmente turbulentas. Por eso es importante juntar la evidencia que se tiene sobre aquello que nos caracteriza y que nos han permitido llegar a esta posición.
Los primeros fósiles que actualmente se clasifican dentro del género homo, pertenece a una especie conocida como Homo habilis, que vivió en África hace unos 2.5 millones a 1.5 millones de años. Hace dos millones de años encontramos evidencia del Homo erectus, más largo en tamaño y con un cerebro más grande, con herramientas sofisticadas que pudieron haberle dado acceso a más carne, una fuente crucial de energía muy útil para un cerebro en expansión. El Homo erectus fue tal vez la primera especie de hominins que vivió en grupos de más de cincuenta individuos.
Sin embargo los cambios más notables sucedieron hace doscientos o trescientos mil años, después de la aparición de nuestra especie Homo sapiens. Lo que nos hace ser radicalmente diferentes es nuestro control colectivo de la información sobre nuestro entorno; la cultivamos y la domesticamos, generamos más y más información y la usamos para extraer grandes flujos de energía y recursos.
El pequeño gran cambio que nos permitió lograr eso fue lingüístico. Los humanos cruzamos un umbral sutil del lenguaje que permitió nuevos tipos de comunicación. Estas mejoras lingüísticas le permitieron a los humanos compartir información con tal precisión y claridad que el conocimiento comenzó a acumularse de generación en generación, lo que permite eso a lo que David Christian llama aprendizaje colectivo.
Pero sobre todo, el lenguaje humano nos permite compartir información sobre entidades abstractas o sobre cosas o posibilidades que no se encuentran inmediatamente presentes y que pueden no existir fuera de nuestra imaginación. La evidencia de rituales o de actividad simbólica o artística, es significativa porque la habilidad de pensar simbólicamente o de contar historias sobre seres imaginarios, puede indicar el arribo de las formas modernas del lenguaje.
Hace cien mil años la mayoría de los humanos vivían en África, y solo una pequeña parte vivían en Oriente Medio, en donde en ocasiones llegaron a cruzarse con Neandertales. La migración humana continuaría por todo el mundo hasta el arribo a América del Norte hace unos quince mil años, hasta llegar a lugares tan al sur como Tierra del Fuego, hace probablemente unos dos o tres mil años. Tal vez la migración era una respuesta común a la innovación o a la alta densidad de la población, lo que provocaba que una comunidad se dividiera y tuviera que movilizarse. Esto no significa que dejaran de tener contacto. Hay evidencia arqueológica y antropológica que sugiere que algunos grupos familiares vivían separados la mayor parte del tiempo pero se llegaban a juntar periódicamente, lo que generaba una red de intercambio de personas, historias, rituales e información.
Mientras las técnicas de caza y recolección se hacían más sofisticadas, nuestros ancestros comenzaron a transformar su entorno. En algunas partes del mundo cambiaron la mezcla de las especies que les rodeaban. En Australia, Siberia y en América, llevaron a la extinción a la mayor parte de la megafauna. El fugo sirvió para lo que se conoce como agricultura itinerante, que representa una de las primeras señales del poder ecológico de nuestra especie, un avance de la abundancia de comida, recursos y energía que se llegarían a obtener con el eventual desarrollo de la agricultura.
Umbral 7: Primeras señales de la agricultura. Hace 10 mil años.
Nuestros ancestros vivieron siendo recolectores los primeros doscientos mil años, y solo durante los últimos diez mil años los estilos de vida de la humanidad se vieron transformados por una cascada de innovaciones que permitieron el aprovechamiento de mayores flujos de recursos energéticos a través de la agricultura. La agricultura se basa en la utilización del conocimiento del entorno para incrementar la producción de las plantas y animales que resultan más útiles a los humanos, y reducir la producción de las que no. Esto provoca cambios en el entorno y la evolución de las plantas y animales se ve afectada por estos cambios, es decir, se adaptan. La agricultura nos dio un acceso indirecto a nuevas fuentes de energía, como la fuerza de animales como los caballos, que se utilizó para hacer diversas tareas como transportar personas o arar la tierra de manera más eficiente.
La agricultura apareció por primera vez en la zona Afroeurasiátca, en donde se esparciría más lejos y en donde tendría el mayor impacto. Hubo dos cambios globales que coincidieron para que se desarrollara la agricultura en ciertas regiones: climas más cálidos y la sobrepoblación. Ya que estos cambios se sintieron diferente en distintas regiones del planeta, pueden ayudar a explicar el hecho de que la agricultura haya aparecido en un rango de diferencia de pocos miles de años en partes del mundo que no tenían contacto entre sí.
La vida agrícola no era fácil, y la evidencia sobre el declive de la salud de los primeros agricultores sugiere que, en vez de ser atraídos por las ventajas de la agricultura, más bien fueron empujados hacia este estilo de vida por la necesidad de resolver los problemas relacionados al continuo crecimiento de la población. Tal densidad en las comunidades requirió no solo de nuevas tecnologías, sino también de nuevas reglas éticas, nuevas ideas sobre cómo vivir en sociedad, cómo evitar conflictos y cómo dividir la riqueza.
Mientras la productividad crecía, se generaban excedentes de personas, comida, bienes y energía. Con el tiempo, esa riqueza sería movilizada por pequeñas pero poderosas minorías, a menudo a través de la coerción. Una vez más aparecieron nuevos roles, ya que ahora no todos necesitaban ser agricultores. Muchos se convirtieron en vagabundos o esclavos y otros se especializarían en actividades sociales como sacerdotes, artesanos, soldados, filósofos o gobernantes.
Esta división de trabajo crearía nuevas formas de dependencia, así que las sociedades humanas se hicieron más interdependientes y más complejas. La especialización dio lugar a nuevas técnicas y habilidades; un impulso del avance tecnológico. Eventualmente, en las grandes sociedades aparecieron líderes más poderosos que controlaban tales cantidades de riqueza que, junto con sus aliados, podían comprar los músculos necesarios para imponer su voluntad a la fuerza cuando fuera necesario.
La aparición de las ciudades marca una transformación fundamental en las sociedades humanas. Las primeras ciudades surgieron hace aproximadamente cinco mil años. La diversidad de aptitudes, empleos, bienes y personas que se encuentran en las ciudades, explican por qué se convirtieron en los centros del desarrollo tecnológico, comercial y político. Uruk, al sur de Mesopotamia, a menudo es considerada la primera ciudad en la historia de la humanidad, en donde se estima que vivían unas cincuenta mil personas. En esta ciudad apareció la escritura sobre tablillas de arcilla.
Más complejidad significa más información, y la escritura fue la nueva tecnología que permitió a los ricos y poderosos llevar las cuentas de sus recursos y los flujos de energía que estaban a su disposición. Desde una perspectiva ecológica, los Estados y sus gobernantes representan un nuevo escalón en la cadena alimenticia, un nuevo nivel trófico.
Vemos la aparición y desaparición de Estados e imperios. Y, mientras unos desaparecen, otros se expanden y con ellos también se expanden las redes de intercambios. Hace cuatro mil años, las ciudades de Mesopotamia ya comercializaban con India, Egipto y Asia Central, mientras que partes de Asia Central lo hacían con China. En América, los primeros Estados aparecen hace aproximadamente dos mil años en Mesoamérica y en los Andes. Otra expansión se dio en el ámbito de las religiones, los dioses parecieron adquirir más alcance y poder. Todas las grandes religiones incorporaron dioses súper humanos, y la mayor parte del tiempo los gobernantes trabajaban junto con los líderes religiosos, ya que entendían lo poderosas que eran las creencias religiosas como medio para imponer sistemas con los cuales ambas partes se beneficiaban.
Para el año 1400, la población humana creció cien veces, de cinco millones al final de la última glaciación, a quinientos millones de personas. Al mismo tiempo crecía la presión de encontrar nuevos territorios, nuevos recursos y nuevas fuentes de riqueza, sobre todo en la zona Afroeurasiática. El imperio más rico y poblado en 1500 era gobernado por la dinastía Ming en China, pero a partir de 1433, bajo el mando del emperador Hongxi, China abandonó las expediciones hacia el extranjero para enfocarse en defender su riqueza de los invasores. Pero quienes tenían menos recursos y poblaciones más pequeñas, tenían más razones para buscar riquezas más allá de sus fronteras.
En 1492, el océano que separaba a las dos zonas más grandes del mundo, fue cruzado en una expedición que dirigió Cristóbal Colón. Por primera vez en la historia de la humanidad, las personas comenzarían a intercambiar información, ideas, bienes, personas, tecnología, religiones y hasta enfermedades a través de todo el mundo.
La invención de nuevas y más eficientes maneras de imprimir por Johannes Gutenberg a mediados del siglo XV, magnificó el impacto de nuevos flujos de información. Los libros y la información que guardaban, dejó de ser rara, un lujo costoso, y se convirtió en una adquisición común para las personas con educación. Los navegadores europeos se encontraron nuevas islas y continentes, nuevas personas, religiones, Estados, plantas y animales que nunca fueron mencionados en los textos antiguos. Esto movió los cimientos de la educación, la ciencia, incluso de la religión a lo largo de Europa, porque esta fue la región a través de la cual esta nueva información circuló primero y más rápido. Esta información forzó a los académicos europeos a cuestionar la ciencia antigua, incluso la Biblia.
En el siglo XVI, Francis Bacon argumentó que la ciencia y la filosofía ya no deberían depender de los textos antiguos, sino que deberían buscar activamente nuevos conocimientos. En el siglo XVII, los pensadores europeos de la Ilustración comenzaron a ver propósito, significado y “progreso” en el nuevo conocimiento. La idea de que los humanos deberían transformar y “mejorar” el mundo empezó a influir en la ciencia, la ética, la economía, la filosofía, el comercio y la política. Mientras Isaac Newton desarrollaba las leyes de la gravedad, tuvo acceso a una cantidad de información sin precedente. Por ejemplo, pudo comparar la manera en la que se balanceaban los péndulos en París, en América y en África. Ninguna de las anteriores generaciones de científicos había podido probar sus ideas tan a fondo o con tan amplia y tan variada red de información.
Una nueva transformación vendría a partir de los avances tecnológicos que permitían convertir la energía del carbón en energía mecánica barata que alimentaba fábricas, locomotoras, barcos de vapor y turbinas. Esta etapa comenzaría a acelerarse en Inglaterra, uno de los primeros países en sentir una mayor demanda de energía para mantener el crecimiento de su población y la expansión de ciudades como Londres. Después vendría el uso de la electricidad que revolucionaría las comunicaciones, nuevas tecnologías que revolucionarían las armas y las innovaciones necesarias para extraer nuevas formas de combustibles a partir del petróleo.
Umbral 8: La revolución del uso de los combustibles fósiles. Hace 200 años.
Sin realmente haberlo planeado, los humanos hemos provocado cambios tan rápidos y amplios que nos hemos convertido en algo equivalente a una nueva fuerza geológica. Por esta razón, muchos académicos argumentan que el planeta entró en una nueva era geológica, el Antropoceno, la era de los humanos. La primera parte del preámbulo de esta nueva era comienza a mediados del siglo XIX, cuando los combustibles fósiles empiezan a transformar el mundo entero.
Se crea una brecha entre las primeras potencias que se benefician de estos combustibles y el resto del mundo. El poder económico, político y militar de las naciones europeas, motivó una sensación de superioridad occidental que les hacían ver sus conquistas como parte de una misión para civilizar y modernizar al resto del mundo. Para ellos, la industrialización era una señal de progreso. La segunda parte es muy violenta, ya que es en donde las naciones poderosas comienzan a desafiarse entre ellas, lo que da como resultado las dos guerras mundiales que se lucharon con armas cada vez más poderosas. El desarrollo de las armas nucleares, seguido del fin de la Segunda Guerra Mundial, colocaría a los Estados Unidos y a la Unión Soviética como las primeras grandes súper potencias. Hubo muchas guerras locales pero no guerras internacionales durante el periodo de la Guerra Fría.
Cuatro décadas después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo es testigo de un impulso notable de crecimiento económico, el periodo de la Gran Aceleración. Se renuevan y se intensifican los intercambios globales. Las tecnologías de guerra se ponen al servicio de actividades más pacíficas. El petróleo, el gas natural y la energía nuclear agregan a la bonanza energética necesaria para el progreso y el aumento de la complejidad. Vemos el surgimiento de una nueva clase media y de productos como el automóvil, la televisión, la computadora, los teléfonos celulares y el Internet. Para el inicio del siglo XXI, estas tecnologías ya han transformado la mayor parte de Asia, Sudamérica y algunas partes de África. Durante la Gran Aceleración, se movilizaron cantidades sin precedentes de energía y recursos que comenzaron a transformar la biosfera. Para algunos académicos el Antropoceno comienza a mediados del siglo XX.
El Antropoceno parece tener dos caras, una buena y otra mala. La buena, desde una perspectiva humana, es la que ha podido darle una mejor calidad de vida a millones de personas ordinarias por primera vez en la historia de la humanidad. La mala consiste en cambios que ponen en riesgo la buena cara, como la creciente desigualdad económica. El lado malo del Antropoceno, no es solo moralmente inaceptable, es también peligroso porque garantiza el conflicto en un mundo con armas nucleares. También amenaza con reducir la biodiversidad y la estabilidad climática de los últimos diez mil años. Esta cara representa los retos de la humanidad hacia el futuro.
Estas son las dos dimensiones del mapa de la realidad, la temporal y la espacial. No podría decir que la utilidad de este mapa es para saber qué es real y qué no lo es, porque muchas veces no es cuestión de distinguir eso (aunque otras veces sí) sino de saber en qué nivel de realidad se localizan las cosas, en qué espacio y tiempo. Por ejemplo, hasta hace un tiempo yo aseguraba que no era posible que existieran los fantasmas, pero ya no me parece una manera útil de hablar sobre eso a lo que las personas llaman fantasmas—porque si podemos mencionarlo y resulta útil mencionarlo, entonces existe. Lo importante es saber en qué nivel de realidad tiene sentido hablar de la existencia de fantasmas y espíritus, o de dioses y fe, o de propósitos y significados, o de libre albedrío y determinismo.
Yo colocaría a los fantasmas en el nivel de realidad en donde aparecen en los humanos las capacidades cognitivas que nos dan la impresión de que hay una esencia que trasciende a la realidad material—por lo que entendemos a la mente como si tuviera propiedades físicas y al mundo material como si tuviera propiedades mentales. Estas características tal vez se hayan intensificado a partir de lo que Harari llama la “revolución cognitiva”, que se dio hace entre 70 y 30 mil años, y que marca una nueva manera de pensamiento y comunicación de donde surgen las leyendas, los mitos y las religiones. Este nivel de complejidad surge a partir de que nuestra especie es capaz de pensar de manera abstracta, pero antes de eso no tiene sentido hablar de fantasmas. A mi entender los fantasmas no existen en la realidad previa a nosotros, nosotros los creamos, pero no hay ninguna evidencia que nos haga darle sentido a esa idea desde la física, la química y la mayor parte de la biología—solo cuando de la biología surge la psicología compleja de los humanos.
Otro ingrediente que se debe tomar en cuenta es la manera en la que entendemos la causalidad. Michael Tomasello piensa que la comprensión de la causalidad en los humanos evolucionó en el ámbito social para entender a los otros como agentes intencionales, con el fin de predecir y explicar la conducta de los demás. Pero esta misma comprensión la proyectamos, por así decirlo, al mundo físico. “Actualmente no hay modo de saber si esto es verdad, pero en todo el mundo son muchas las personas que, cuando dudan acerca de la causa física de un suceso, suelen invocar, a modo de explicación, diversas fuerzas animistas o deístas; tal vez este sea el enfoque seleccionado por defecto”.
A partir de lo anterior, tiene sentido que las personas estemos inclinadas a creer que existe una forma de existencia después de la muerte, y prueba de ello serían los fantasmas, en este caso. Me parece que la utilidad de hablar de fantasmas está en que resuelve un problema existencial a partir de la ansiedad que nos provoca la conciencia de la muerte; porque si existen los fantasmas, entonces se sostiene la creencia de que la muerte no es el final. Solo que esto nos deja con una ansiedad por los fantasmas (unas por otras). Esto sería parte de un nuevo nivel de complejidad que se introduce desde nuestra psique y que tiene que ver con lo que llamo semiostasis; una especie de regulación simbólica que necesitamos los humanos para resolver los problemas que no pueden ser resueltos por los procesos de homeostasis.
David Christian no se detiene en este punto ya que esa no es la intención de su libro, pero nos da una idea general del mapa; una representación alejada de muchos detalles, como cualquier mapa. Si se quiere indagar, es cuestión de seleccionar una parte de este mapa y hacer un zoom in para mirar los detalles que se encuentran en cada parte, pero también para conocer los territorios que aún permanecen desconocidos.
La utilidad más importante de este mapa estaría en el ámbito educativo y político. Para Harari, uno de los retos más importantes de la educación es el de proveer a las personas de un mapa de la realidad o de las herramientas para construir un mapa de la realidad, en vez de estar contribuyendo al problema de inundar a las personas con un montón de información—problema que ha aumentado por las redes sociales. Con tanta información y sin un mapa en donde podamos organizarla, nos puede resultar difícil darle sentido a la realidad y distinguir los grados de importancia que tienen las cosas.
Cuando empecé a hacer este mapa me di cuenta de lo mucho que me había costado, durante mi vida académica, darle sentido a las distintas materias que me enseñaban y encontrar las relaciones que existían entre ellas, ya que nunca se me enseñó que siquiera había una manera de hacer eso.
Sobre esto mismo habla David Christian en su libro: “La literatura no tenía nada que ver con la física; no podía ver la conexión entre la filosofía y la biología, o la religión y las matemáticas, o la economía con la ética. Seguí buscando un marco de referencia, una especie de mapa de los distintos continentes e islas del conocimiento humano; quería saber cómo todo podía encajar”. También habla sobre cómo las historias religiosas nunca le parecieron útiles para construir este mapa, porque cada una de las distintas religiones ofrecen historias diferentes, muchas veces contradictorias, sobre por qué el mundo es como es.
En cambio, este mapa y la historia que nos cuenta, no se construye a partir de ninguna religión en particular, sino que se ha venido ensamblando por medio del conocimiento heredado a lo largo de la historia de la humanidad. Este mapa ha sido, y seguirá siendo verificado y puesto a prueba con el rigor y la precisión de la ciencia moderna en un entorno global de intercambio de ideas e información. Algunas partes del mapa parecen ser más robustas que otras, por lo que aún se encuentra en construcción. De hecho, no parece útil pensar que llegará el día en el que pueda ser completado (este es un sano recordatorio).
Imagino que a algunas personas les será difícil aceptar que la ciencia pueda darnos un mapa de este tipo, tal vez por las ideas y prejuicios que tengan sobre lo que es la ciencia —personalmente me ha tocado escuchar muchos de estos malentendidos de amigos y conocidos—. A esto se le suma que, a pesar de que el mapa de esta historia no debería quitarnos el asombro por el universo y por el lugar que ocupamos nosotros en él, sí puede contradecir y poner en duda algunas creencias y valores emocionalmente arraigados en las personas. Pero es parte de las discusiones que debemos tener en un mundo altamente tecnológico, con problemas globales, y con un vacío espiritual que nos exige certezas.
Esto nos coloca en un entorno de complejidad muy distinta a la que nuestra especie estuvo acostumbrada durante su evolución, es decir, no basta con guiarnos por nuestras intuiciones para saber qué hacer, necesitamos aprender a movernos en este nuevo entorno y para eso necesitamos un mapa.
Por último, Daniel Schmachtenberg habla de la importancia de un orden social emergente, no uno impuesto, que requiere de una cultura en donde las personas se comuniquen de manera efectiva con los demás para poder tener una visión compartida que funcione como base para tomar decisiones compartidas. Una sociedad abierta, es aquella que puede tomar decisiones en conjunto y de manera coordinada, en cambio, si en una sociedad conviven muchas personas que ven el mundo de manera diferente, no pueden sentirse parte de un conjunto, de una tribu, de una familia. Tal vez este mapa sirva como base para lograr una visión compartida como humanidad. Pero tal vez no.
* Jonathan Garcia Muriel. Músico sin haber terminado la carrera de música, estudiante fosilizado en una carrera abierta de psicología en la UNAM, autodidacta de la ciencia e interesado en la comunicación de la ciencia.
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