Hace no más de una veintena de años, el debate sobre las consideraciones precarias y esclavistas que tiene la humanidad con seres ajenos a su especie ha ganado terreno en distintos campos del conocimiento: desde ciencias duras como la biología y la medicina, hasta las de índole social como el derecho, la filosofía y la antropología; éstas han llevado a los animales no humanos a la sobremesa científica. Por Naomi León*
El presente texto muestra diferentes ejemplos que giran en torno a la reflexión sobre el miramiento que le otorgamos a otros seres vivos, a partir de interacciones disciplinarias que siguen gestándose. En la actualidad, existen varias perspectivas sobre el porqué debemos cambiar nuestros deberes con los animales y, del mismo modo, devienen propuestas que varían considerablemente de personalidad; sin embargo, el común denominador entre ellas es que versan sobre una visión ética radical en torno a los animales humanos y sus compañeros de planeta.
Aún si no se está familiarizado con el tema, al ser sujetos con alta simpatía por los dispositivos electrónicos y el contenido visual, es seguro que al menos una vez el algoritmo nos ha arrojado videos donde algún animal está siendo sometido a condiciones no favorables para su existencia. Se me ocurre la propaganda de viajes a Oriente que invitan a paseos turísticos en el lomo de un elefante, y que por supuesto, no muestran las condiciones en las que estos magníficos cuadrúpedos son adiestrados habitualmente a través de la violencia, el uso de cadenas, mala alimentación y las arduas horas de jornada laboral. Este caso, como muchos otros, genera debates en torno a la animalidad y lo no-humano, y del mismo modo, se pronuncian conceptos como “explotación” para denunciar las precarias condiciones a las que sometemos a otras especies.
Es posible aproximarnos a la animalidad como problema epistemológico-antropológico a partir de investigaciones transdisciplinarias, por lo que, no sólo veremos posturas de antropólogos, sino también las propuestas de etólogos, filósofos, ecólogos, que buscan paliativos contra los problemas fundamentales de la cuestión animal dejando a un lado las visiones antropocéntricas, especistas y etnocentristas.
Al retomar puntos de vista de distintas trincheras, se busca tratar de forma menos imprecisa los modos en que otras culturas interactúan y reconocen la vida interior a lo que el pensamiento Occidental denomina “naturaleza”. Desde una perspectiva antropológica, las interacciones de lo humano-nohumano como agencias que co-producen otros mundos, pues además de compartir un pasado milenario con otras especies, también co-existimos: a veces olvidamos que el planeta es un hogar compartido.
Un buen inicio será el indagar soluciones a través de un diálogo entre diferentes panoramas científicos, la cuestión de la animalidad y la humanidad como un problema culturalmente diverso, ya que no es secreto alguno que la cultura moldea nuestras nociones y las formas de relacionarnos con el mundo y otros seres vivos.
¿Qué es un animal?
Invito al lector a que se detenga unos minutos a reflexionar y contestar a la pregunta eje de este apartado; después de hacerlo le tengo otra interrogante: su definición de lo que es un animal fue en primera persona del plural o en tercera persona. Álvaro Chaos, uno de los divulgadores científicos más importantes de nuestros tiempos, en el libro de Zooética, a partir de su ingenio literario, lanza una premisa que podría dejarnos perplejos al haber quedado desterrada por muchos de nosotros: los seres humanos pertenecemos al reino animal.
A partir de aquí, le pido al lector que considere que todos formamos parte de lo mismo y olvidar la idea generalizada —y obsoleta— de que los Homo sapiens modernos son los únicos que experimentan la conciencia y la sintiencia. Para sustentar lo anterior, me remito al pensamiento ecológico preferido por Jens Soentgen, el cual muestra la naturaleza como un entramado de relaciones que sólo puede ser seccionado en el pensamiento y no puede ser dividido en la realidad (Soentgen, 2018). Reconocer que estamos hilvanados unos con otros, nos conducirá a entender la convivencia de los seres vivos como una red que nos conecta como un todo, ya que no existen ecosistemas compuestos por elementos autónomos.
La vida en el planeta depende íntimamente de innumerables relaciones visibles e invisibles que no podrían subsistir sin la presencia de otros. A verbigracia, están las investigaciones de Suzzane Simard[1] en torno a la ecología forestal; Simard considera a un bosque más allá que sólo un conjunto de árboles, para ella, éste es un sistema complejo con núcleos y redes superpuestas; los árboles se transmiten mensajes a partir de sus raíces, dicho de otro modo, el bosque es también una red de comunicación bajo tierra, otro mundo en donde los árboles son especies interdependientes que cooperan entre sí; la naturaleza está repleta de este tipo de ejemplos.
El químico alemán y doctor en filosofía, Soentgen, añade que el pensamiento ecológico tiene como objetivo adoptar la perspectiva de cada uno de los organismos con el fin de entender su existencia y su modo de ser. Los pájaros no cantan para sonorizar nuestras mañanas; las abejas no producen miel para poder endulzar el desayuno del domingo; y las flores no brotan para llegar con un lindo gesto y sean centro de mesa. La ecología, desde el pensamiento policéntrico, deja a un lado la interpretación de la naturaleza a partir de la creación divina y tampoco la entiende como un regalo a disposición de las necesidades humanas, sino que genera sus ideas partiendo de un productivo alejamiento del antropocentrismo.
Para ejemplificar mejor lo anterior, está otro filósofo alemán, Jakob Johann von Uexküll, quien fue uno de los pioneros de la etología; Uexküll nos aleja de pensar en la teoría mecanicista de los animales, pues dice que «creer en esa convicción nos hará perdernos de los mundos circundantes»
Según las ideas mecanicistas de este orden, los animales son considerados como meros objetos de uso cotidiano: herramientas de trabajo al servicio de la humanidad. En cambio, quien reconozca que los animales no son un mero ensamble mecánico, sino que son sujetos cuya actividad esencial consiste en percibir y obrar, podrá ver que son entes con mundo perceptual y mundo efectual, estos en conjunto forman una unidad cerrada, denominada por Uexküll como mundo circundante.
Los mundos circundantes, que son tan múltiples como los mismos animales, ofrecen a cada aficionado de la naturaleza nuevas tierras de una riqueza y hermosura tales qué bien vale la pena recorrerlos, aún cuando no se ofrezcan a nuestros ojos físicos, sino tan sólo a los espirituales (Uexküll, 1934) . Con el propósito de ilustrar el concepto de umwelt [2], el biólogo alemán, incita a sus lectores a imaginarse como ácaros, con objeto de hacer ver que cada ser vivo percibe el entorno a su manera.
Parafraseando a Uexküll, el mundo circundante hace alusión al mundo subjetivo centrado en el propio organismo, de modo que un mismo entorno ofrece cientos de realidades propias de cada especie. Por ejemplo, los ácaros son seres vivos ciegos y sordos que se guían por el olfato y pueden pasar días enteros en lo alto de un árbol, esperando el momento perfecto para caer encima de un cánido que pueda saciar su hambre. Ahora pensemos en ese mismo árbol, algunos animales se trepan en sus ramas, otras viven bajo su corteza, mientras que un animal rastrero hace su madriguera por debajo de ese mismo árbol. Un mismo ambiente representa un umwelt diferente según el cuerpo que se habite.
Tengo varias experiencias fantaseando con mundos circundantes, pero mi preferida fue cuando rescaté a una pequeña ardilla que quedó extendida en el pavimento debido a una intempestiva lluvia; durante dos semanas logré introducirme en el Umwelt del pequeño roedor citadino. El pensamiento del etólogo estonio-alemán nos abre los ojos a percibir el mundo de los animales, sin mirarlo a partir del sujeto humano, sino a partir de sí mismos. ¿No es sorprendente pensar en otras formas de existir? Con las premisas de Uexküll es posible aproximarnos al umwelt de cualquier especie.
Es bien sabido que el conocimiento científico está ávido por nuevas líneas de reflexión, por lo que surgen propuestas como la etnografía multi-especie, la cual es una nueva forma de explorar las relaciones presentes en el entorno; reconociendo los ensamblajes existentes entre los humanos, no humanos y los elementos materiales. Para esta parte, me gustaría mencionar a uno de mis humanos favoritos, Carl Safina: ecólogo, profesor, divulgador de la ciencia y merecedor de la beca MacArthur, subvención de cinco años otorgada a personas excepcionalmente creativas.
Después de décadas de observación de campo, Safina buscó eliminar o menguar las barreras que nos separaban a los seres humanos del resto de los animales, por lo que escribió sus resultados en el libro Mentes Maravillosas, lo que piensan y sienten los animales, el cual considero que es una etnografía multiespecie, a pesar de que en ningún momento éste así lo mencioné. El catedrático estadounidense convivió y analizó —desde diferentes puntos del globo terráqueo— a lobos, elefantes y orcas, para dar cuenta de que las virtudes que creemos que son exclusivas del ser humano, realmente no lo son.
El que un elefante no pueda escribir poesía, una abeja no pueda interpretar un aria o que un caballo no pueda resolver un complejo problema matemático no quiere decir que carezcan de cualquier capacidad presente en humanos. De forma un tanto filosófica, Safina[3] les pregunta «¿quién eres?» y, también se pregunta qué es lo que hacen otras criaturas con otros cerebros, qué piensan y sienten. Preguntas que merecen ser tratadas a fondo en otro texto, pero que nos sirve ahora para exponer cómo ya hay reconocidos científicos dispuestos a navegar otros miramientos y consideraciones morales hacia nuestros compañeros de planeta.
Como ya mencioné: somos una especie altamente visual, por lo que considero que es un excelente recurso expandir las perspectivas multiespecie con otras personas —sin importar si se forma parte del quehacer científico o no— a partir de producciones audiovisuales, con el fin de extender una de las premisas darwinianas mencionadas en The descent of men, libro en donde el más famoso naturalista de los tiempos dice que «la más alta virtud es la “simpatía” hacia otras especies», Darwin expresó una cierta concepción de la zooética que, sin duda alguna, debe ser propagada entre los humanos: existen otros mundos, otras inteligencias y conciencias en los animales no humanos. Como recomendación podría iniciarse con Nenette, documental de Nicolas Philibert; la película del aclamado director Bong Joo-Ho o la charla de Ted Talk de Carl Safina, What animals are thinking and feeling, and why we should matter.
* Naomi León. Después de desertar de la abogacía, se formó como antropóloga social en la ENAH en donde ha logrado combinar su afecto por los animales con los enredos interespecie presentes en el Giro Ontológico, paradigma antropológico anclado al multinaturalismo. En la actualidad, escribe su tesis de licenciatura orientada hacia la etnografía multiespecie y busca hacerse camino en la divulgación científica y los medios audiovisuales. Ha colaborado con la organización Anima Naturalis y agarra bichos sin que le den miedo.
Bibliografía recomendada:
Safina,C. (2017) Mentes Maravillosas Lo qué sientes y piensan los animales. Galaxia Gutemberg Editorial
Soentgen, J. (2019) Ecología del miedo Herder
Uexküll, J. (2016) Andanzas por los mundos circundantes de los animales y los hombres, Argentina, Editorial Cactus.
Rivero Wever, P. Zooética: Una mirada filosófica a los animales (Fondo de Cultura Económica).
[1] How trees talk to each other, Suzzane Simard en Ted Talk https://youtu.be/Un2yBgIAxYs
[2] Mundo circundante
[3] Carl Safina en Ted Talk, What animals think and feel https://youtu.be/R4uXD2orcnE
1 Comentario
El artículo de Naomi León, me parece excelente, perfectamente documentado y con rigor científico al citar importantes autores, y con metodología cristalina, ademas de estilisticamente depurado y bien sustentado. Nos invita a la reflexión de que el ser humano no fue traído a este mundo para “mandar sobre los animales” como biblicamente se señala, sino considerarnos parte de este conglomerado como otros habitante del planeta tierra y pensar como son nuestras relaciones de ida y vuelta con otros animales y platas ( ya que Naomi nos hace esa reflexión desde el inicio del texto, pertenecemos a los seres vivos llamados animales) , cobran relevancia los planteamientos éticos y filosófico para dar esa respuesta. Finalmente nos deja ansiosos de leerla nuevamente. Felicidades.