Vivimos en una época marcada por paradojas sin precedentes. A pesar de contar con el órgano más complejo del reino animal, el cerebro humano, la humanidad se encuentra en una encrucijada existencial, enfrentando desafíos ambientales y sociales que amenazan nuestra supervivencia. Con el surgimiento del nuevo orden mundial multipolar, emerge la interrogante: ¿Estaremos dispuestos a alinear nuestros intereses, minimizar los conflictos entre naciones y abrazar la visión de una comunidad global emergente? Este escrito busca incitar a la reflexión y analiza el contexto actual mediante un enfoque evolutivo. Por Emmanuel Rodríguez Silva [1]
Dilemas contemporáneos
En una era de asombrosos avances científicos y tecnológicos, es irónico que hayamos permitido el deterioro acelerado de nuestro único hogar: el Planeta Tierra. Esta disonancia nos lleva a cuestionar la inteligencia de la que tanto se jacta el Homo sapiens. ¿Será posible que la configuración de nuestro cerebro actúe como el meteorito que la evolución ha preparado para acabar con nuestra especie?
Diversos neurocientíficos destacan la complejidad del cerebro humano, ya que es visto como el órgano que nos ha colocado en una posición privilegiada con respecto a los demás seres vivos. No obstante, existen críticas como las emitidas por el joven filósofo alemán Markus Gabriel en contra de este neurocentrismo anacrónico. Markus defiende la idea de que, aplicando únicamente las técnicas de las neurociencias, no será posible encontrar el significado del yo, o de la conciencia.
Esta crítica cobra relevancia al considerar los recientes hallazgos en torno a la función del sistema nervioso entérico y la microbiota asociada. Se ha descubierto que de los aproximadamente 500,000 metabolitos producidos por la microbiota, una gran parte de ellos son considerados neuroactivos. Además, a menudo se nos olvida que los microorganismos llevan colonizando los intestinos de los seres vivos desde tiempos inmemoriales, incluso desde antes que emergiera el sistema nervioso central.
Curiosamente, esta idea no es nueva. La idea de que el cerebro posiblemente no sea nuestra máxima ventaja evolutiva ha sido planteada mucho tiempo atrás por el taoísmo. Dicha tradición filosófica oriental planteó que la razón -característica emergente de nuestra corteza prefrontal- era una especie de enfermedad e inventaron técnicas para tratar de liberarse de ella. Argumentaban que la razón era la causante de vivir en un mundo mental, el cual nos distanciaba del presente y de todo lo que nos rodea.
Continuando con esta reflexión y teniendo en cuenta el escenario actual, donde los problemas mentales están a la orden del día y enfrentamos una terrible crisis ambiental, pareciera que nuestra especie no ha podido sacar provecho de los 86 mil millones de neuronas que alberga nuestro cerebro y hemos terminado en una desconexión con la naturaleza y nosotros mismos.
En nuestro país, al visitar instituciones educativas podríamos constatar cómo temas críticos como la preservación del ambiente raramente ocupan un sitio prioritario en las agendas educativas. En instituciones prestigiosas, e incluso en los campus donde se imparten licenciaturas y posgrados relacionados con la preservación del ambiente, se puede atestiguar situaciones en las que, justo antes de recibir a destacadas personalidades de la esfera ambiental, se apresuran a adornar sus instalaciones con carteles donde se proclama su excelencia en la gestión de residuos e implementan campañas como la de “cero basura”, acompañada de la colocación de contenedores llamativos destinados a la separación de residuos.
Sin embargo, en menos de 24 horas, dichos contenedores pueden apreciarse rebosados de fariseísmo. Estas prácticas son reminiscentes de las festividades religiosas en donde una vez pasado el Santísimo, las antiguas prácticas reaparecen, dejando atrás la fachada de devoción o, en este caso, el compromiso ambiental.
Es indignante que nuestras más respetadas instituciones sigan congratulándose al recibir una distinción ambiental por parte de la empresa Roja, famosa por su gran aporte al deterioro ambiental y de la salud en nuestro país. Ante este escenario, a México solo le faltaría que la Secretaría de Seguridad reciba una distinción de manos de grupos criminales por su laudable compromiso con la ciudadanía.
Indicadores globales y la Gran Transición
Hace unas semanas Naciones Unidas publicó un informe sobre los progresos alcanzados en materia de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los datos presentados son desalentadores y reflejan la urgente necesidad de replantearnos, como sociedad global, el futuro que queremos para nosotros y la biosfera. De acuerdo con el informe, de las 140 metas analizadas poco más del 50% presentan avances moderados, y un 30% no experimentaron avances, o bien, se encuentran en retroceso.
Estamos a la mitad del plazo límite y los resultados sugieren que volveremos a fallar como sucedió con los Objetivos del Desarrollo del Milenio, ¿Será necesario una nueva Agenda 2050? ¿Qué obstáculos debemos superar para comenzar a trabajar como una comunidad global? Nuestro antropocentrismo a menudo distorsiona nuestra realidad y nos incita a olvidar que también nosotros somos animales viviendo en una jungla de concreto. Todos los seres vivos que habitan el planeta Tierra han enfrentado y superado desafíos durante millones de años. Por ello, creo firmemente que al observar cómo otras especies cooperan y se adaptan a los desafíos ambientales, nosotros podríamos encontrar pistas valiosas para nuestra propia supervivencia.
Hace años leí un artículo muy provocativo e interesante llamado Darwin’s Aliens, en él se discute sobre la biología y comportamiento de los organismos que pudieran existir en otros rincones del universo y de cómo la selección natural tendría que ser necesaria para encontrar vida multicelular compleja. Sin embargo, algo que vale la pena considerar aquí, son las condiciones necesarias para que los organismos evolucionen a formas de vida más complejas.
En principio se menciona que la complejidad en nuestro planeta ha aumentado como resultado de las “transiciones mayores de la individualidad”. De acuerdo con los autores, estas transiciones ocurren cuando un grupo de individuos se unen para formar un individuo superior, tal y como explica Lynn Margulis en su teoría endosimbiótica. Ahora, para que esas transiciones se puedan dar, es necesario que los individuos alineen sus intereses y reduzcan los conflictos, de esta manera logran adaptarse a las condiciones extremas que son el motor de esta cooperación.
La idea anterior se puede ver reflejada en el nuevo orden mundial que se está gestando. Estamos siendo testigos de cómo el viejo orden mundial unipolar está pereciendo, la hegemonía política, económica y militar de los Estados Unidos está llegando a su fin. Frente a esta situación, China está emergiendo como el principal artífice del reacomodo geopolítico. China y sus aliados (léase BRICS +), ahora están poniendo en evidencia la necesidad de un modelo win-win para generar lazos más fuertes entre los países.
Hace una década, el presidente Xi Jinping emitió una propuesta para crear una comunidad global y dirigir a la humanidad hacia un futuro más promisorio. Dicha propuesta se cristalizó recientemente en el documento Toward a Global Community of Shared Future, en él se plasman cinco ejes principales con los que China pretende contribuir a la construcción de un mundo más próspero. No es de sorprender que esté ganando aceptación; muchos países que comparten un pasado colonial ven este nuevo orden mundial como una ventana de oportunidad, ya que les ofrece beneficios a los que anteriormente no podían acceder.
La máxima potenciación en la diplomacia global
La creciente aceptación internacional de la propuesta de Xi puede ser interpretada como una respuesta evolutiva. Si nos colocamos nuestro disfraz de ecólogos, podremos darnos cuenta de que la evolución siempre favorece a los procesos que fomentan el intercambio de materia y energía.
Recordemos el legado de los hermanos Odum, el concepto de la “máxima potenciación”. Dicho concepto postula que los sistemas que utilizan la energía y sus recursos de manera que maximiza la potencia, o bien, la transferencia de energética, tendrán una ventaja competitiva sobre otros sistemas. En otras palabras, la diplomacia China está ganando terreno porque su modelo permite la máxima potenciación al intercambiar bienes y servicios con los demás países.
Las tensiones geopolíticas, háblese de Ucrania, Gaza o las que están por venir, en conjunto con la crisis climática actual, representan la oportunidad que tiene nuestra especie para cooperar y superar las adversidades. La historia evolutiva nos demuestra que las especies que han sobrevivido y prosperado son las que han aprendido a colaborar. Por lo tanto, a pesar de las aparentes divisiones geopolíticas y las amenazas ambientales, hay razones para ser optimistas, solo si abrazamos la iniciativa de la comunidad global y llevamos a nuestra especie hacia una gran transición.
A manera de epílogo quisiera traer a colación partes del ensayo Why I am not a Christian escrito por el gran filósofo y matemático Bertrand Russell, dado que me gustaría que estas palabras resuenen dentro de nuestra corteza cerebral y nos acompañen en nuestro andar cotidiano:
“Tenemos que mantenernos de pie y mirar al mundo a la cara: sus cosas buenas, sus cosas malas, sus bellezas y sus fealdades; ver el mundo tal cual es y no tener miedo de él… Un mundo bueno necesita conocimiento, bondad y valor; no necesita el pesaroso anhelo del pasado… Necesita un criterio sin temor y una inteligencia libre. Necesita la esperanza del futuro, no el mirar hacia un pasado muerto, que confiamos será superado por el futuro que nuestra inteligencia puede crear”.
Ante este panorama de grandes transformaciones, las palabras de Russell nos recuerdan que, armados de conocimiento, inteligencia, bondad y valor, podremos forjar un mejor futuro.
Fuentes consultadas:
Brzezinski, Z. (2017). Toward a Global Realignment. The American Interest. Available at: https://www.the-american-interest.com/2016/04/17/toward-a-global-realignment/ (Accessed: 20 October 2023).
Global Times (septiembre 2023). Toward a Global Community of Shared Future. Available at: https://www.globaltimes.cn/page/202309/1299013.shtml (Accessed: 19 October 2023)
Levin, S. R., Scott, T. W., Cooper, H. S., & West, S. A. (2019). Darwin’s aliens. International Journal of Astrobiology, 18(1), 1-9.
Russell, B. (1957). Why I am not a Christian: and other essays on religion and related subjects. New York, Simon and Schuster.
Rosenberg, E. (2021). Microbiomes. Current Knowledge and Unanswered Questions. Springerbook.
Sáenz-Arrollo, A. (2022). Un mar de esperanza: soluciones ciudadanas para un planeta sostenible. Penguin Random House Grupo Editorial.
United Nations. The Sustainable Development Goals Report 2023: Special edition. Department of Economic and Social Affair. Available at: https://sdgs.un.org/documents/sustainable-development-goals-report-2023-53220 (Accessed: 24 October 2023).
[1] Emmanuel Rodríguez Silva (1996) es licenciado en Manejo Sustentable de Zonas Costeras por la UMDI-Sisal de la UNAM en Yucatán. Al finalizar sus estudios dio un saltó cuántico para adentrarse al estudio del sistema nervioso en el Instituto de Neurobiología de la UNAM, donde actualmente investiga la integridad de la sustancia blanca en cerebros de bebés prematuros. Es amante de la ciencia, el arte y la naturaleza. Disfruta mucho de la observación de aves y cuerpos celestes.
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