¿Qué sentirías si te dijera que existe un poder superior que controla varios aspectos de tu vida? Y no solo eso, tu obedeces de manera inconsciente, cuando comer, cuando dormir. Te prometo que no son supersticiones, aunque los ritmos biológicos tengan algo de mágicos, son meros procesos metabólicos y fisiológicos de sincronización con el ambiente. Por María Fernanda Revueltas Guillen
La astrología se define como el estudio e interpretación de la posición y movimiento de los astros sobre el destino de las personas. Este suele ser un tema polémico con dos bandos muy definidos, los que creen que no tiene ningún sentido y los que no salen de su casa sin leer el horóscopo de su preferencia para ver qué les depara su día.
Y lamento decirle al lector que, a pesar de ser Tauro, no me gusta dar opiniones fuertes y cerradas respecto a ningún tema, pero, en este caso en específico tendré que darle la razón a la comunidad astrológica. Pero antes de que dejen de leer esto o revisen si se metieron a la página de la Sociedad de Científicos Anónimos o a un blog de vidas pasadas, déjenme justificar mis aseveraciones.
Los astros han modificado la vida en la tierra durante millones de años y no solo eso, si no que tienen una gran influencia en nuestro día a día. No todos los astros, les voy a conceder eso, pero si uno en específico y de suma importancia, El Sol.
Hace mucho tiempo, cuando aún disfrutábamos la vida en el caldo primigenio, los rayos del Sol que llegaban a la Tierra, aun sin su capa de ozono, eran sumamente dañinos para nuestro ADN, y si bien las primeras cianobacterias no tenían que preocuparse por el cáncer de piel, si lo hacían por las mutaciones que les causaba esta radiación constante.
Por que, abusando de la suerte de la evolución, apareció un proceso, desde mi punto de vista fascinante, en el cual estos organismos replegaban sus cadenas de ADN durante el día para protegerlas de la radiación y en las noches las liberaban para reanudar los procesos biológicos que involucraran la replicación y transcripción genética. Este proceso podrá sonar muy sencillo a grandes rasgos, pero sus implicaciones son muchas para el desarrollo no solo de la vida de estos organismos, sino de todos los habitantes del planeta.
Las cianobacterias son los primeros organismos autótrofos, esto es, los primeros en ser capaces de producir su propio alimento. Claro que, para esto, necesitaban una fuente de energía, que en este caso es la luz y en nuestro planeta, a pesar de lo que pueda decir la CFE, no hay una mejor fuente de luz que el Sol. Sin embargo, a pesar de parecer inagotable, no está disponible todo el tiempo, por lo que solo cuando el lado de la Tierra en el que se encuentre nuestra cianobacteria en cuestión, le esté dando la cara al Sol, esta será capaz de acumular energía para transformarla en alimento y realizar todas las funciones biológicas que su microscópico cuerpo le permita.
Estos organismos fotosintéticos transforman la energía acumulada durante el día en ATP, la moneda energética por excelencia, como diría cualquier profesor de bioquímica que se respete. Este proceso tenía que estar compartimentado para un tiempo específico del día y no solo eso, si no que esta acumulación de energía debía ser suficiente para que estos organismos pudieran pasar una buena noche. Que sería lo equivalente a cuando uno compra en la tarde suficientes cervezas para que duren toda la fiesta nocturna y no tener que recurrir a los elevados precios de la tiendita clandestina de turno.
No contentos con esto, al tener que replegar su ADN durante el día, procesos la replicación celular debían llevarse a cabo durante la noche, usando mucha energía de la célula y generando otra compartimentación de una función biológica. En consecuencia, a las cianobacterias les convenía poder predecir estos ciclos, que a fin de cuentas se repetían diariamente con variaciones muy pequeñas, este fue el origen de los denominados “ciclos circadianos”.
En esos tiempos estos organismos unicelulares no tenían la oportunidad de comprarse un Casio para poder saber cuándo iba a oscurecer, así que desarrollaron su propio reloj biológico. Estos dispositivos no son capaces de mover unas manecillas, pero sí de movilizar una serie de moléculas que desencadenen en la activación o inhibición de un sinfín de procesos biológicos. El de las cianobacterias es una de los relojes biológicos más simples, consiste en 3 proteínas Kai A, B y C que mantienen una ciclicidad autosostenida de fosforilación y desfosforilación, proceso que dura aproximadamente 24 horas, de ahí su nombre “ritmos circadianos” (cerca de un día).
Esta asa de retroalimentación molecular es el principio que rige todos los relojes biológicos, sin embargo, sus protagonistas cambian de nombre y se va haciendo más compleja dependiendo del grupo taxonómico al que pertenezca. Algo así como cuando nos cambiaron a Belinda por Daniela Lujan en Cómplices al rescate, mismo papel, diferente protagónico.
También el sincronizador del reloj, que es el estímulo ambiental que le dará información sobre el tiempo externo, varía dependiendo del organismo debido a su historia evolutiva. No son las mismas señales las que sincronizan a los mamíferos que a los reptiles, sus necesidades y los ciclos que deben prever son distintos.
Para los mamíferos es más importante la luz, para saber a qué hora podemos salir a buscar comida o refugio, a diferencia de los reptiles, que al ser animales ectotermos tienen como prioridad prever los ciclos de temperatura para poder sincronizar sus procesos metabólicos. No es el mismo calendario el que usan los amantes del fútbol americano que el de los amantes de la Fórmula 1, cada grupo planeara sus salidas y vacaciones dependiendo las fechas que para su preferencia sean más importantes; y así para el resto de los organismos, hay jerarquías de estos sincronizadores dependiendo sus requerimientos.
Quizás al lector estos procesos le suenen ajenos, porque tenemos la fortuna de que varias taquerías de la ciudad de México nos permiten estar a unas cuadras de distancia de comida disponible las 24 horas del día. Sin embargo, hay que recordar que millones de años de evolución no fueron en vano y aunque la
disponibilidad de alimento no está restringida en tiempo, muchos procesos biológicos siguen siendo más eficaces a ciertas horas del día.
Para nuestro cuerpo no es lo mismo, metabólica y fisiológicamente hablando, comerse 6 tacos de
suadero con todo a las 3 pm que a las 3 am, quedando las agruras nocturnas como prueba; y de igual forma no se descansa igual después de quedarse pasada la medianoche viendo videos de gente haciendo albercas con cucharas, ya que el sincronizador lumínico afecta enormemente el sistema si se activa en la etapa de reposo (la noche, para los animales diurnos como los seres humanos, aunque intentemos evitarlo), y así una infinidad de procesos de los que espero poder contarles en otros textos más adelante.
En conclusión, espero que se queden con una idea más clara de por qué los astros si influyen en nuestro día a día, por más que tratemos a toda costa de modificar la luz natural y cambiar los horarios de nuestras actividades, voluntaria o involuntariamente. Para los mamíferos, particularmente los humanos, el Sol sigue siendo el astro rey, que pese no poder determinar cuál es nuestro número de la suerte o que día encontraremos el amor, si es el que rige en gran manera nuestros ritmos biológicos y considero que eso es ligeramente más importante y necesario para nuestra supervivencia.
María Fernanda Revueltas Guillen, bióloga egresada de la UAQ con maestría en Neurobiología de la UNAM. Se enfoca principalmente en la fisiología y la conducta de los ritmos biológicos en modelos no tradicionales de desincronización circadiana. Entusiasta de la divulgación científica siempre intenta participar en charlas, talleres o eventos para la difusión de la ciencia. Amante del café, el cine, la cerveza artesanal y colarse en todas las salidas de campo que sus amigos biólogos le permitan.
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