La palabra “marihuana” es una aportación mexicana a la terminología global de las drogas. Por Nidia A. Olvera*
Las primeras investigaciones científicas sobre la marihuana (1886-1939)
La especie Cannabis sativa llegó al actual territorio mexicano bajo el brazo de los europeos hace ya casi quinientos años con la finalidad de aprovechar sus fibras para la producción de cuerdas y textiles. Aunque el cultivo industrial de esta planta resultó ser poco fructífero (Serrera, 1974), los indígenas que ya tenían un vínculo ancestral con el uso de especies psicoactivas, pronto se percataron de sus distintas propiedades e integraron la planta de cannabis a sus prácticas religiosas, rituales y medicinales.
Para el siglo XIX, la asimilación del cannabis por parte de la población indígena y otros grupos populares, había generado prejuicios, algunas confusiones y sobre todo el interés de diversos científicos nacionales. En este ensayo se expondrán algunas de las primeras investigaciones nacionales sobre la marihuana en México durante el periodo que va de 1886 a 1939. Es decir, desde sus primeros registros en publicaciones científicas hasta finales de la década de 1930, años en que la prohibición y penalización de las actividades relacionadas con la planta de cannabis recayeron sobre la misma ciencia.
¿Cáñamo o marihuana? Estudios porfirianos sobre el cannabis
La palabra “marihuana” comenzó a utilizarse en México al menos desde mediados del siglo antepasado. No hay certeza de la etimología de esta expresión, lo que sí es seguro es que se trata de una aportación de la cultura popular mexicana a la terminología global de las drogas. A partir de la difusión del término entre diversos grupos autóctonos, los científicos decimonónicos pensaron que se trataba de un vegetal nativo y las primeras investigaciones nacionales sobre las especies de Cannabis fueron para determinar si el cáñamo y la marihuana eran o no la misma planta.
Una de las primeras investigaciones científicas en relación al cannabis fue la tesis que realizó el estudiante de medicina Genaro Pérez: La marihuana. Breve estudio sobre esta planta (1886). En ese trabajo Pérez concluyó que esta planta tenía diversas aplicaciones terapéuticas, aunque podía causar “alucinaciones y […] la sensación de elevarse por los aires” y que por su amplia difusión en el territorio nacional se trataba de, “una planta indígena de México.” También señaló que aunque desconocía de qué idioma provenía la palabra marihuana, estaba formada por los vocablos Mari, derivado del nombre María, y Huana que significaba Rosa.
En su estudio Pérez también expuso varias aplicaciones medicinales de la marihuana, mencionó por ejemplo, que “en algunas poblaciones de la República es muy común el uso de [h]orchata preparada con las semillas como tratamiento de la blenorragia” enfermedad mejor conocida como gonorrea; también aludió a la acción terapéutica de la hierba para tratar alucinaciones de los enajenados, trastornos de estómago, cefalgia y asma; semillas para la irritación de las vías urinarias; aceite para la galactorrea y las hemorroides; y el extracto de “cannabina” para la neurosis y la enajenación mental.
Otro científico que dejo evidencias sobre el cannabis fue el eminente biólogo Alfonso L. Herrera. En Nueva farmacopea mexicana (1886)reconoció como dos especies diferentes al cáñamo y a la marihuana. A la primera la identificó botánicamente como Cannabis sativa y señaló que la emulsión obtenida de sus semillas era comúnmente usada como emoliente en las inflamaciones de las mucosas. De la marihuana sólo mencionó su nombre popular y que tenía propiedades sedantes e hipnóticas.
Por su parte, el farmacéutico Juan Manuel Noriega en su Curso de historia de las drogas (1902) señaló que a pesar de las dificultades para obtener ejemplares auténticos de marihuana esta planta era empleada con éxito como antiespasmódico y como estimulante del sistema nervioso.
A diferencia de los usos medicinales que fueron del interés de la élite científica porfiriana, el consumo recreativo de marihuana se asoció principalmente a las cárceles, los soldados y otros grupos populares (Pérez Montfort, 1997). Poco después, los saberes médicos que ampararon en un primer momento el uso terapéutico de algunas drogas, posteriormente pasaron a atribuirles propiedades negativas y comenzaron a crear los “síntomas de una nueva enfermedad” (Tenorio, 1991). Los estudios médicos empezaban a preocuparse por los riesgos que podían causar el consumo de diversas drogas; con lo cual, se comenzó a considerar como un padecimiento que asociaron con las “manías” y que podía causar la “degeneración” de la raza.
Por ejemplo, Genaro Pérez (1886) recabó datos en el Hospital de San Hipólito y el Hospital Militar mediante entrevistas realizadas a varios soldados que consumían la hierba desde hacía varios años. Además les proporcionó hasta siete cigarros de cannabis, mismos que los “viciosos” aceptaban gustosos, mientras el científico observaba y registraba sus efectos, para así obtener datos empíricos para su tesis. Después de sus investigaciones Pérez señaló que el consumo de marihuana podía producir una verdadera enfermedad, a la que denominó “lipemanía por abuso de marihuana”.
Otro de los objetivos del estudio de Genaro Pérez era averiguar si podía “el marihuanismo impulsar a la comisión de un delito, y si el marihuano (como se llama en el vulgo a quien fuma habitualmente esta planta) debe ser considerado irresponsable por las acciones que cometa, sobre todo en asuntos de orden criminal”. Después de entrevistar a consumidores habituales y observar sus efectos concluyó que, aunque el humo de marihuana podía llevar a la comisión de delitos —por la falta de voluntad que ocasiona—, no todo el que fumaba esta hierba quedaba exento de responsabilidad criminal y que sería con un examen pericial a profundidad que se determinaría cada caso.
Los primeros años de prohibición y la clasificación del cannabis
Con la instauración del nuevo régimen posrevolucionario se dictaron nuevas legislaciones en relación a la marihuana y otras drogas. El 15 de marzo de 1920 se publicaron en el Diario Oficial de la Federación las “Disposiciones sobre el comercio de productos que pueden ser utilizados para fomentar vicios que degeneran la raza y sobre el cultivo de plantas que pueden ser utilizadas con el mismo fin”. En esta reglamentación se estableció que para introducir al país opio, morfina, heroína y cocaína, “así como los preparados de ellos que pueden servir para fomentar las manías” y su posterior venta en los establecimientos comerciales se requería un permiso de las autoridades sanitarias. Además, se señaló que tanto el comercio como la siembra de marihuana quedaban estrictamente prohibidos.
A lo largo de la década de los veinte se promulgaron una serie de disposiciones para la inspección y vigilancia de las drogas enervantes. Por ejemplo, durante 1923, el Departamento de Salud Pública a través del Diario Oficial de la Federación señaló que los narcóticos decomisados serían rematados a expendios legalmente establecidos, si es que tenían un uso medicinal legítimo, o de lo contrario se procedería a su destrucción. En agosto de 1926, a través del mismo medio, se les recordó a médicos y propietarios de expendios de medicinas la prohibición de los enervantes, dándoles un plazo para que hicieran entrega de cualquier preparado con marihuana que tuvieran en su poder.
Estas reglamentaciones se consolidaron con la publicación del Código Sanitario de 1926, en el cual se fijó un listado especificando a qué plantas y sustancias se referían las llamadas “drogas enervantes”, entre las cuales se señaló la “marihuana en cualquiera de sus formas”. [1] Sin embargo, en ninguna de las legislaciones referidas anteriormente se mencionaron mayores restricciones relacionada a la investigación científica, por lo que médicos, farmacéuticos y otros científicos continuaron observando y experimentando con la especie Cannabis sativa.
Durante las primeras décadas del siglo XX las investigaciones científicas sobre la planta de cannabis —basadas en observaciones a los toxicómanos, las formas de adquisición y consumo; la clasificación botánica de la planta, las obtención de extractos y hasta la administración intravenosa a animales y personas— desarrollaron posturas encontradas. Por un lado, en las farmacopeas, algunas tesis y otros textos científicos, se continuó recentando productos con marihuana para tratar múltiples afecciones, y por el otro, el temor por las llamadas toxicomanías, es decir, el abuso de sustancias, cada vez preocupaba más a algunos facultativos.
En 1925, Manuel Renero, otro estudiante de medicina realizó una tesis sobre la marihuana, en la que señaló que esta planta al ser de fácil cultivo, era secada y machacada para fabricar cigarros con papel de estraza. Asimismo Renero observó los efectos que ya había comenzado a causar la prohibición de esta planta, aludió que debido a su proscripción los expendedores habían tenido que valerse de muchas artimañas, por ejemplo, la venta se hacía en lugares ocultos o los vendedores citaban a sus “clientes en distintos lugares, para así evitar ser sorprendidos por la policía” (Guzmán, 1926, p. 31).
El siguiente año la ciencia nacional cannábica prosperó debido a que la identidad de la marihuana fue esclarecida. El médico Ignacio Guzmán, en su tesis Intoxicación por marihuana de 1926, desmintió la hipótesis de que se trataba de una planta endémica y aseveró que la especie había llegado durante el período Colonial, que los indios le dieron el nombre de marihuana y que se había propagado en las cárceles, entre los soldados y la gente de las clases populares. Además Guzmán manifestó su preocupación por los supuestos “perjuicios tanto morales, como intelectuales y físicos”, esto después de haber observado distintos casos de “intoxicación de marihuana en el Servicio Médico de Policía.
Sin embargo, no todos los profesionistas relacionados con la salud estuvieron de acuerdo con la prohibición de las drogas. Este es el caso particular del farmacéutico A. Bezanilla Testa, “partidario del libre comercio de drogas enervantes”. Él argumentó, en la revista La Farmacia (1926), que la planta de cannabis tenía verdaderas utilidades médicas, por lo que no veía motivo alguno para que se prohibiera este uso. Aunque al parecer estos comentarios no fueron considerados, ya que unos años después las restricciones se incrementarían.
A principios de la década de 1920 la marihuana seguía formando parte tanto de las terapéuticas populares como de la medicina oficial. Por ejemplo, la Farmacopea Latinoamericana, libro que codifica los productos farmacéuticos, recomendaba tomar de cinco a treinta gotas de extracto de cannabis para tratar distintos padecimientos como el dolor, el insomnio, neuralgias, neurastenia, tétanos, hemorragias uterinas y depresión mental, aunque se advertía que para su adquisición era necesaria una receta médica.
Por su parte el destacado botanista Maximino Martínez, señaló su amplio uso en el territorio nacional y registraron los nombres populares de la especie que se clasificó como “Cannabis sativa var. Indica”;y de la que destacó las siguientes denominaciones: Doña Juanita, Mariguana, Marihuana, Grifa, Jashis (nombre asiático), Hashish, Juanita, Macusi (lengua huichol, Jalisco), Mota (México), Rosa María, Tujtu (lengua cuicatleca, Tololopan, Gro.) y Hapis-coil (lengua seri, Sonora). [2]
A pesar de que ya habían empezado las restricciones sobre la cannabis y otras plantas psicoactivas, en los años subsecuentes se continuó experimentando con esta planta. De hecho, investigaciones como las del Dr. Salazar Viniegra buscaron generar información sustentada en la ciencia y erradicar los mitos de la marihuana, que ya se expandían por el imaginario colectivo.
El mito de la marihuana en la década de 1930 y la propuesta del doctor Leopoldo Salazar Viniegra
En la década de los treinta, se continuó con la producción de conocimiento científico sobre la marihuana. Por ejemplo, se comenzaron a estudiar sus principios activos, que para entonces se pensaba que se trataba de “la Cannabina o Hashichina, una resina soluble en alcohol” (Puig, 1936). Además algunos facultativos estudiaron las aplicaciones terapéuticas de esta especie para enfermedades como la migraña, cólicos menstruales y el bocio exoftálmico. Aunque advirtieron de cuidar la precisión de las dosis, debido a que los preparados con marihuana “podían producir ebriedad” y “cierto grado de embrutecimiento” (Álvarez Tostado, 1935).
No está de más señalar quese incrementaron las restricciones hacia el cannabis y otras drogas con la inclusión de los “delitos contra la salud” en las legislaciones nacionales. Con los Códigos Penales de 1929 y 1931 se consolidó la penalización y criminalización de las distintas actividades relacionadas con las entonces denominadas drogas enervantes. En la legislación de 1931 se determinaron sanciones de entre seis meses a siete años y multas de cincuenta a cinco mil pesos a quien realizara a nivel local actividades relacionadas con enervantes; y de hasta diez años y diez mil pesos por importaciones o exportaciones ilegales.[3] Por lo cual, durante este periodo, también se agudizaron las posturas prohibicionistas y la idea de que el consumo de “Doña Juanita” podía causar una manía y la degeneración de la población nacional.
Uno de los principales partidarios de la prohibición de la marihuana fue el médico Gregorio Oneto Barenque, quien además defendió la ya refutada tesis de que la marihuana era originaria del territorio nacional, argumentando su amplia difusión entre la población indígena. Mencionó también que se trataba de una especie en particular, “la Cannabis índica de México, que por los nutrientes de la tierra fértil es más rica en alcaloides”. En su estudio Oneto argumentó que la marihuana “es un enervante de espíritu, que enloquece, que degenera la raza y mata.” Por lo cual, llegó al extremo de considerar necesario reformar el Código Penal, al grado de equiparar los “delitos contra la salud” con el homicidio calificado (1932).
A pesar de la creciente tendencia del prohibicionismo, algunos especialistas buscaban desmentir algunos de los, mitos que ya se habían difundido en torno a la planta de cannabis. Tal es el caso del psiquiatra Leopoldo Salazar Viniegra quien argumentaba que el cannabis en ningún caso generaba inconciencia, impulsos criminales, alucinaciones terroríficas ni ningún tipo de locura. Esto mediante la experimentación científica, ya que ofreció inflorescencias y algunos extractos de cannabis a “gente de todas clases y en las condiciones más variables.”
En contraposición a lo argumentado por Oneto Barenque, Salazar Viniegra consideró excesivas e injustificadas las penas que para entonces establecían el Código Sanitario y el Código Penal por el simple uso de marihuana (1938). Asimismo diferenció de forma clara entre el consumo de marihuana y la dependencia que causaban los opiáceos al señalar que: “en nuestro Hospital de Toxicómanos de vez en cuando asilamos marihuanos, siempre llegados por sentencia judicial y que no requieren tratamiento alguno, mientras la cantidad de opiómanos es abrumadora” (1944). El psiquiatra era un tanto pesimista con la eficiencia de los tratamientos, ya que consideraba que al dar de alta a los toxicómanos y al salir a las calles llenas de traficantes, resultaba inevitable su recaída. Para él, “EL ESTADO, los reanima y recupera para ponerles en condiciones de seguir gravitando en la órbita del traficante. Viven para él, trabajan para él, roba para él” (1944).
En la prensa capitalina fueron publicados varios artículos en los que se criticaron las ideas de Salazar (Astorga, 2015). Aunque es justo señalar que también algunas noticias difundieron sus estudios, como en enero de 1938 cuando se publicó en El Nacional una nota titulada Una campaña científica a las drogas, en ésta se mencionaba que el trato a los enervantes debía ser “una lucha social sobre bases científicas, reportando también que en el Hospital de Toxicómanos desde 1937 se habían estado realizando estudios científicos sobre la marihuana que demostraban las propiedades terapéuticas de esta planta para el tratamiento de enfermedades “de carácter nervioso, asma y algunas formas de reumatismo” (1938). Pero pronto la investigación sobre las diversas propiedades de la planta de cannabis y otras sustancias psicoactivas se vería nublada por el prohibicionismo.
La prohibición llega hasta la ciencia: los últimos experimentos cannábicos
En 1939, después de un año de investigaciones “de este problema de gran importancia nacional”, el médico Jorge Segura Millán publicó el trabajo titulado La Marihuana. Estudio médico y social, bajo la dirección de Salazar Viniegra. En su estudio Segura Millán concluyó que la cannabis no generaba alucinaciones, visiones o agresividad. Lo anterior, después de haber puesto a perros, palomas y otros animales en cámaras de inhalación; así como haber dado extractos y cigarrillos a reos, enfermos mentales, diversos pacientes del Hospital de Toxicómanos y a algunos de sus amigos (1939).
Segura argumentó que a comparación de otras drogas, como la heroína o la morfina, el comercio de marihuana era de poco interés para los grandes capitales y sólo era realizado por individuos aislados que se encontraban en muy diversas partes de la capital; entre las que destacó el pueblo de La Piedad, la plazuela de Garibaldi, los alrededores de la Penitenciaría, la Escuela de Tiro, el túnel de San Juan de Letrán y en todo tipo de mercados, cabarets y casas de asignación. De esta investigación también hay que destacar los argumentos críticos en relación a la información tergiversada en relación a la marihuana y sobre la forma de castigar los delitos contra la salud.
Para Segura Millán las sentencias dictadas a los infractores sanitarios eran injustas debido a que se penaba a “portadores de ínfimas cantidades de la planta”. Además de que, por lo general, las sentencias recaían sobre individuos de las clases más bajas; lo que, desde su perspectiva, no ayudaba a mejorar las problemáticas relacionadas al tráfico y consumo de substancias.
Sin embargo, estas posturas pronto se verían opacadas por las dominantes posturas prohibicionistas. Para realizar su estudio Segura Millán tuvo que recurrir tanto al tráfico ilícito como entablar una “verdadera lucha” para importar extractos de cannabis que le ofreció la Casa Merck para su investigación. En relación a esto último, el médico mencionó que el gobierno puso múltiples dificultades para la importación, alegando que “ni para experimentaciones científicas era permitido el empleo de la planta” y se le advirtió que cualquier actividad relacionada con la marihuana estaba penada . A partir de entonces las políticas nacionales hacia las drogas fueron inclinándose por un enfoque de seguridad, criminalización de las sustancias y se limitó la producción de conocimiento científico.
Consideraciones finales
Hay que señalar que la consolidación de la prohibición legal de las drogas durante las primeras décadas del siglo XX, así como los prejuicios y discursos en contra éstas, parecen haber enervado la producción de conocimientos sobre la especie Cannabis sativa y otras sustancias psicoactivas con alto potencial terapéutico.
Aunque las restricciones a la investigación médica de la marihuana no se plasmaron oficialmente sino hasta 1967, cuando se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decretó por el que se promulgó la “Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes”. En el cual además de señalar que las toxicomanías representaban un peligro social y económico para la humanidad, se establecieron restrictivos controles de fiscalización para el uso de estupefacientes con fines médicos y científicos.
A raíz de las discusiones actuales entorno a las políticas concentradas en el control de las de drogas resulta fundamental mirar hacia atrás y analizar las estrategias —muchas de ellas fallidas— que se han implementado bajo el supuesto de la protección de la salud colectiva. Más aún cuando estas políticas han incidido en la ampliación y difusión del conocimiento científico; parece ser que después de las amenazas que recibió el doctor Segura Millán, los estudios científicos sobre la planta de cannabis y otras drogas que pasaron a ser ilícitas desaparecieron casi por completo de la ciencia nacional.
Las políticas actuales respecto a las drogas deberían estar sustentadas en estudios científicos y en una perspectiva de salud —no en un enfoque penal y punitivo o de prejuicio moral—. Por lo que resulta indispensable que en México la ciencia cannábica y sobre otras sustancias psicoactivas se retomé, tanto para reformular las políticas y ampliar el conocimiento como para seguir indagando en los usos, efectos y múltiples aplicaciones —médicas, industriales, alimenticias o recreativas— de la planta que en México fue bautizada como: marihuana.
* Nidia A. Olvera Hernandez es licenciada en etnohistoria por la ENAH, maestra en antropología social por el CIESAS y doctora en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora. Ha centrado sus investigaciones en el estudio histórico y antropológico de los usos, concepciones y prohibiciones de las sustancias psicoactivas.
** Este ensayo forma parte de la primera antología de ensayo literario-científico de la Sociedad de científicos anónimos. Quedan pocos ejemplares, consigue el tuyo aquí.
Referencias
—Álvarez Tostado, Ezequiel Estudio breve del cannabis indica. Clasificación botánica y descripción, historia, origen, composición química, acción sobre el organismo, usos y dosis, tesis para examen profesional de medicina, Facultad de Medicina de México, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1935.
—Astorga, Luis, Drogas sin fronteras, México, Penguim Random House Grupo Editorial, 2015.
-Bezanilla Testa, A. “Intereses profesionales sobre el empleo médico de la marihuana”, en La Farmacia, México, Órgano de la Sociedad Farmacéutica Mexicana, 01/01/1926, pp. 6-8.
—Departamento de Salubridad Pública (DSP), Disposiciones sobre el comercio de productos que pueden ser utilizados para fomentar vicios que degeneren la raza, y sobre el cultivo de plantas que pueden ser empleadas con el mismo fin, Diario Oficial de la Federación (DOF), 15/03/1920.
—DSP, Acuerdo fijando las bases conforme a las cuáles se procederá al rematé de los narcóticos que provengan del tráfico ilícito, DOF, 09/03/1925.
—DSP, Aviso concediendo un plazo a los médicos y propietarios de Expendios de Medicina en la República, para que en cumplimiento de los dispuesto por la Ley de la materia, hagan entrega de las drogas enervantes que tengan en su poder, DOF, 17/08/1926.
—DSP, Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos, DOF,08/06/1926.
—El Nacional, 1938
—Guzmán, Ignacio Intoxicación por marihuana, tesis para el examen general de medicina, México, Universidad Nacional de México, Facultad de Medicina, 1926.
—Herrera, Alfonso, Farmacopea Mexicana, Sociedad Farmacéutica Mexicana, México, 1896.
—Herrera, Alfonso, Farmacopea Latino-Americana, México, Talleres Gráficos de Herrero Hermanos, 1921.
—Martínez, Maximino, Catálogo de nombres vulgares y científicos de plantas medicinales, México, Fondo de Cultura Económica, 1979 (1923).
—Noriega, Juan, Curso de Historia de las drogas, México, Instituto Médico Nacional, 1902.
—Oneto Barenque, Gregorio “La marihuana ante la psiquiatría y el Código Penal”, en La Farmacia, México, 15/05/1932.
—Pérez, Genaro, La marihuana. Breve estudio sobre esta planta, tesis para examen profesional de medicina, Facultad de Medicina de México, México, 1886.
—Pérez Montfort, Ricardo, “El veneno “faradisíaco” o el olor a tortilla tostada. Fragmentos de historia de las “drogas” en México 1870-1920”, en Ricardo Pérez Montfort (coord.), Hábitos, normas y escándalo. Prensa, criminalidad y drogas durante el porfiriato tardío, México, Plaza y Valdés, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1997.
—Renero, Manuel, Ligeros apuntes sobre la toxicomanía de las drogas heroicas en la capital de la República, tesis para el examen general de medicina, México, Universidad Nacional de México, Facultad de Medicina, 1925.
—Salazar Viniegra, Leopoldo, “El mito de la marihuana”, en Criminalia. Revista de sociología criminal, México, diciembre, 1938.
—Salazar Viniegra, Leopoldo, “Opio y Delincuencia”, en Excélsior, 17/11/1944.
—Secretaría de Gobernación (SEGOB), Código Penal para el Distrito y Territorios Federales, Diario Oficial de la Federación, 05/10/1929.
—Secretaría de Gobernación, Código Penal para el Distrito y Territorios Federales en materia del fueron común, y para toda la república en materia de fuero federal, Diario Oficial de la Federación, 14/08/1931.
—Secretaría de Relaciones Exteriores, Decreto por el que se promulga el texto de la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes, DOF, 31/05/1967.
—Segura Millán, Jorge, La Marihuana. Estudio médico y social, México, Editorial Cultura, Departamento de Salubridad Pública, 1939.
—Serrera, Ramón Cultivo y manufactura de lino y cáñamo en Nueva España, 1777-1800 Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, 1974.
—Tenorio Tagle, Fernando, El control social de las drogas en México. Una aproximación social a las imágenes que han proyectado sus discursos, México,Instituto Nacional de Ciencias Penales, 1991.
[1] El listado también incluía: “adormidera, opio, morfina, heroína, codeína, etilmorfina, tebaína, diversas variedades de hojas de coca, cocaína, diversas especies de cannabis, dihidrooxiedeínona, dihidromorfina y otros derivados, así como cualquier producto o preparado que las contenga” (DOF, 1926, p. 1193).
[3] Ibidem.
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