Desde que sucedió el Big Bang hasta ~10-43 segundos después, el universo tan solo abarcaba 10-33 cm, es decir unas 100 trillones de veces más pequeño que un átomo. A ese intervalo de tiempo se le conoce como Era de Planck o Tiempo de Planck, que en la mecánica cuántica se le cataloga como la unidad temporal más pequeña y, por ende, es a partir de entonces que la historia del universo puede empezar a ser contada.
Es difícil tratar de imaginar a la infinidad tan pequeña y a todo lo que iba a desencadenarse después. A manera de metáfora, esta sección se apropia del nombre de este período de la historia para abordar pequeñas unidades de ciencia, instantáneas del quehacer de su divulgación que puedan seguir desenvolviéndose en más ideas y en más conocimiento en la mente de los lectores. En este espacio hablaremos de libros, programas, series, sitios web y demás unidades culturales que valga la pena conocer para saber más de una manera sencilla y divertida, así como hitos en la historia de la ciencia y sus respectivos datos curiosos que nos ayuden a humanizarlos y por lo tanto a comprenderlos mejor.
La preocupación por la divulgación de la ciencia es hasta cierto punto reciente. Si bien, los libros ayudaron a documentar las teorías, los descubrimientos y planteamientos, éstos no lograban permear otros círculos que no fueran los académicos. No fue sino hasta 1872 que se creó la primera revista de divulgación científica en Estados Unidos: Popular Science. A ella le siguieron un buen número de publicaciones periódicas con temáticas similares. La cosa hoy ya está cambiando. Actualmente, existen cadenas enteras de televisión, (Discovery Channel es seguramente la exégesis, aunque la BBC es bastante superior a mi parecer ) dedicadas a la producción y transmisión de contenidos relacionados con la ciencia “para el de a pie”, el famoso y en ocasiones tan cuestionable edutainment. No obstante, no podemos dejar de lado que la industria del entretenimiento también obedece a objetivos económicos y, en muchas ocasiones, su calidad no es homogénea, sin embargo, ha sembrado una semilla muy importante.
Hablamos de la televisión en una primera instancia porque se trata del medio que revolucionó las telecomunicaciones en el siglo pasado y que fue durante mucho tiempo, hasta antes de la llegada del internet, la referencia número uno de información y diversión. A la tele le debemos la verdadera masificación de contenidos científicos a la altura del espectador promedio con el propósito de entretener. Estableció códigos y lenguajes que se han ido capitalizando y modificando para quitarle lo rígido a la ciencia y mostrar su cara amable y divertida.
Con la llegada de internet la editorialización de los contenidos se deja de lado y es el cibernauta quien establece sus propios límites para exponerse a información que le es relevante y en el grado de dificultad que vaya requiriendo. El riesgo en este medio es encontrarse con contenidos que no sean fidedignos y que se alimente el falso conocimiento. De allí la importancia en el énfasis de la veracidad y confiabilidad de las fuentes para evitar chascos y desencuentros que pudieran desenamorar al entusiasta del autocultivo.
Fenómenos como la onda Wiki hubieran sido imposibles sin la conectividad a la que hoy somos adictos. Este saber colectivo interminable es un ejemplo de la avidez que los seres humanos poseemos por saber más y mejor y debe tener un impacto en la manera en la que concebimos el universo, el mundo, nuestro entorno y a esas cosas que dejan de ser mínimas por las maravillas que encierran.
En teoría, este universo en expansión de conocimientos debe ayudar a formar seres humanos más completos, conscientes, comprometidos y empoderados.
Es por ello que la divulgación científica es una responsabilidad enorme que debe profesionalizarse aún más. En las manos de quienes hacen de puente entre las grandes mentes y el resto de la población está el hacer una gran diferencia. Se trata de depositar esa pequeña unidad de universo científico —si me permiten la expresión— de la manera más delicada y amorosa en la mente de las personas para que empiece a desdoblarse y ocurra la magia de la creación, para que empiece a trabajar el perpetuum mobile de la inspiración y podamos seguir evolucionando, privilegiando las mejores características de nuestra especie; para que se siga nutriendo el arte en todas sus vertientes y podamos seguir soñando en conocer aún más, que nunca dejará de representar una pequeñísima parte de lo que lo es todo.
¿Qué vendrá después de la internet? Sin duda, será un tema que también abordaremos en futuras colaboraciones.
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[…] la entrega anterior de esta sección hablábamos de manera muy breve acerca de los diferentes medios de divulgación […]