Para los peces de las profundidades que celebran este singular (por no decir absolutamente desquiciado) modo de apareamiento el compromiso sí dura “hasta que la muerte los separe”.
O bueno, no, siendo estrictos ni siquiera la expiración de la vida tiene la facultad de disolver tal unión pues los tejidos de ambos cónyuges se encuentran amalgamados en un mismo entramado anatómico.
Ahora que el hecho de que estos organismos encima posean una de las apariencias más insólitas que puedan ser concebidas y por si no fuera aún suficiente también dominen los prodigios de la bioluminiscencia, ya solo puede ser calificado como capricho evolutivo. Es como si en la rifa milenaria de casualidades favorecidas por la selección natural a estas criaturas les hubieran tocado solo las adaptaciones más extravagantes.
* Episodio de “Crónicas naturales” transmitido por Hábitat Ciencia en Radio Educación.
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