Ilustración creada por Omar Caleb Gómez Ramírez
Por Tania Rivera Hernández y María Guadalupe García Valeriano
El 11 de febrero se conmemora el Día Internacional de las Mujeres y Niñas en la Ciencia. Quienes desde este lado contribuimos a esta serie de textos, nos sentimos parte de esta celebración por identificarnos como mujeres y científicas. Ahora, al ser fervientes entusiastas de la vacunación, queremos aprovechar este espacio para rendir un pequeño homenaje a algunas mujeres que de alguna forma u otra han hecho contribuciones valiosísimas en el campo de vacunas, y por ende a la ciencia y a la salud pública. Son sólo unas cuantas historias, apenas un puñado de las muchas más que existen.
Isabel Morgan
Isabel creció en un hogar científico; su padre fue ganador del premio Nobel y su madre, también científica, alternó la crianza de sus hijas con su carrera como investigadora. Durante su formación, Isabel pasó por instituciones reconocidas y fue en John Hopkins donde en 1944 se incorporó a uno de los laboratorios más productivos en investigación sobre poliomielitis. En esa época, la polio era una de las enfermedades más temidas, y fue Isabel quien generó la primera evidencia contundente de que desarrollar una vacuna usando virus inactivados era posible. En 1948 experimentando en primates, demostró que la inmunización con un virus inactivo protegía contra la infección. Su trabajo, indudablemente sentó las bases para que en 1955, Jonas Salk anunciara que había desarrollado una vacuna segura y eficaz; el resto es historia.
A pesar de haber llevado la delantera en la carrera por obtener una vacuna contra la polio, en 1949 Isabel abandonó su investigación. No se saben con certeza las razones de su actuar, aunque hay dos aspectos que posiblemente la motivaron. Amistades cercanas comentan que Isabel no se sentía cómoda de avanzar a la siguiente etapa que requería la investigación, las pruebas en humanos y en particular en niños. En esa época era “bien aceptado” que nuevos tratamientos fueran probados en niños con discapacidades que vivían en instituciones del gobierno, y esto para Isabel no era aceptable. Además, la vacuna se producía en células de cerebro de monos, lo cual ella sabía que era riesgoso para su aplicación en humanos. La presión para iniciar pruebas en niños era alta, pero ella consideraba que su vacuna no estaba lista. Contaba con cierta prudencia, mesura, y estándares éticos adelantados para su tiempo.
Por otro lado, Isabel contrajo matrimonio en 1949; su entonces nuevo esposo tenía ya un hijo quien vivía con discapacidades, e Isabel asumió las responsabilidades de su crianza. Encontrar un balance adecuado entre la carrera científica, la crianza y el cuidado de una familia no es nada fácil hoy, y mucho menos lo era en ese entonces. Una amiga cercana a Isabel declaró: “Ibby amaba la ciencia, pero amaba aún más a su nueva familia”. Independientemente del por qué de su actuar, una personalidad como la de Isabel es de llamar la atención, una mujer que no cedió a presiones externas y se mantuvo firme en sus convicciones, en una época donde seguramente hacer ésto como mujer, era muy complicado.
En reconocimiento a sus invaluables aportaciones al campo, Isabel es la única mujer cuyo rostro se encuentra en el Salón de la Fama de la Polio, acompañada de científicos como Salk, Sabin, entre otros.

The Polio Hall of Fame con Isabel Morgan al centro.
Pearl Kendrick, Grace Eldering & Loney Clinton Gordon
Quien haya presenciado a un bebé enfermo de tosferina, ha sido testigo de una escena desgarradora: pequeños que al sufrir largos espasmos de tos, no son capaces de oxigenar su cuerpo y se ahogan en ciclos de tos interminables. Esta imagen en forma de epidemia fue lo que llevó a Pearl Kendrick a investigar a la bacteria responsable de esta enfermedad, Bordetella pertussis. En 1932, una epidemia de tosferina se esparcía en Estados Unidos y fue entonces cuando Pearl comenzó a trabajar en el Laboratorio del Departamento de Salud de Michigan. Ahí solicitó permiso a su jefe para iniciar un proyecto con la finalidad de estudiar la bacteria y poder ayudar a combatir la epidemia; esto tendría que realizarlo en su tiempo libre, una vez terminadas sus obligaciones en el laboratorio. A esta solicitud, su jefe le respondió: si le divierte trabajar en tosferina, adelante. Fue así como Pearl y su colega Grace Eldering, comenzaron a recolectar cepas de Bordetella de niños enfermos de su localidad, para así poder estudiarla en el laboratorio. Juntas, pudieron determinar el periodo durante el cual los pacientes podían contagiar a otras personas, ayudando a definir los periodos de aislamiento correctos para disminuir los contagios.
Tan solo dos meses después de que lograron aislar a la bacteria, ya tenían un primer prototipo de vacuna. La sencillez y humildad que distinguían a ambas científicas fomentaron la confianza y el apoyo de la comunidad en la que vivían, facilitando su colaboración para probar la vacuna en voluntarios. Para 1934, el primer estudio en humanos estaba en marcha arrojando resultados prometedores.
El mejoramiento de la vacuna y los estudios continuaron, y es aquí donde una tercer figura, Lonely Clinton Gordon, se convirtió en un personaje clave. Lonely, una mujer afroamericana con formación de dietista, se incorporó al equipo de Pearl con el objetivo de buscar y hallar una cepa de la bacteria que permitiera producir una mejor vacuna. Siguiendo un trabajo largo y meticuloso, Lonely lo logró. Halló una bacteria que era mucho más virulenta, y esto resultó en poder generar una mejor vacuna, la vacuna contra la tosferina.

Estatua que celebra a Pearl, Grace y Lonely y su trabajo en el desarrollo de la vacuna contra la tosferina.
Por si no fuera suficiente, Pearl y Grace lograron juntar su nueva vacuna con las vacunas contra tétanos y difteria. Al hacer esto, lograron disminuir el número de inyecciones necesarias, de tres a solo una, para poder proteger contra estas tres enfermedades. Esta estrategia ha sido ampliamente adoptada en el campo de la vacunología y hace posible que hoy en día con una sola inyección, se proteja contra 6 enfermedades diferentes.
Pearl, Grace y Lonely realizaron grandes contribuciones no solo con el desarrollo de sus vacunas, si no también por su dinámica de trabajo notablemente incluyente para la época, la cual además se caracterizó por una falta de protagonismo y un verdadero reconocimiento del trabajo en equipo.
Sarah Gilbert
Desde temprana edad Sarah mostró un interés especial por la biología, inspirada por su entorno y el anhelo de entender los fenómenos que ocurrían a su alrededor. Esta pasión la llevó a estudiar ciencias biológicas y más tarde adentrarse en el campo de la bioquímica. Su trayectoria científica se consolidó en la Universidad de Oxford, donde se especializó en desarrollo de vacunas. El trabajo de Sarah se centró en desarrollar una vacuna que pudiera ser modificada fácilmente para poder responder a nuevas epidemias emergentes. Esto la llevó a desarrollar candidatos de vacunas contra diversos patógenos como la influenza, el ébola y el síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS), entre otros. Sin embargo, fue en 2020 cuando la pandemia por SARS-CoV-2 puso a prueba todo el trabajo que Sarah y su grupo habían realizado por décadas.
Sarah lideró un equipo multidisciplinario en el Instituto Jenner, que rápidamente comenzó a adaptar su vacuna basada en un vector viral no replicante. Esta tecnología utiliza una versión modificada de un adenovirus que causa resfriados en chimpancés, combinando con material genético del SARS-CoV-2. En menos de un año, el equipo pasó de la fase de diseño a las pruebas clínicas y, finalmente, a la distribución global de la vacuna de Oxford-AstraZeneca. A pesar de las dificultades, incluyendo la necesidad de coordinar recursos internacionales, navegar obstáculos políticos y enfrentar dudas públicas, Sarah mantuvo su enfoque en el objetivo principal: salvar vidas. Su convicción llevó a que la vacuna fuera distribuida a un costo menor que otras opciones disponibles, y se estima salvó alrededor de 6.3 millones de vidas durante la pandemia de COVID-19, más que ninguna otra vacuna.
Por el lado personal, Sarah es madre de trillizos, lo que añade una dimensión de complejidad adicional a su historia. La crianza de tres hijos mientras construía su carrera y lideraba investigaciones de alta complejidad no fue una tarea sencilla, y en entrevistas ha hablado abiertamente de los retos que ella enfrentó para equilibrar responsabilidades familiares con la carrera científica.

Sarah Gilbert, líder en el desarrollo de la vacuna de Oxford-AstraZeneca contra la COVID-19.
El legado de Sarah no solo radica en la vacuna que ayudó a desarrollar, sino también en el ejemplo de liderazgo y resiliencia que ha ofrecido al mundo. En reconocimiento de su labor, ha recibido numerosos premios, e incluso su rostro ha sido inmortalizado como muñeca Barbie, convirtiéndose en un símbolo de inspiración para niñ@s y jóvenes interesad@s en la ciencia.
Vacunadoras
Las vacunas no funcionan a menos de que se apliquen en la población; la vacunación, es la acción que realmente marca el final del desarrollo de vacunas, y sin ella todo el trabajo anterior sería en vano. Por esta razón, es más que necesario hablar acerca de quienes se encuentran en la línea de batalla, llevando la vacunación a rincones alejados y en ocasiones, hostiles. Y no por nada queremos tocar este tema, ya que el 70% de l@s trabajador@s de la salud a nivel mundial son mujeres. Si reflexionamos acerca de los contextos que se viven en países como Pakistán o Afganistán, es sencillo imaginar los grandes retos a los que estas mujeres se enfrentan, y el gran impacto que tienen en sus comunidades y en la salud pública a nivel mundial.
En Pakistán actualmente hay alrededor de 285,000 vacunador@s que trabajan en la campaña de erradicación de la polio. El 68% de est@s vacunador@s son mujeres, quienes realizan la tarea monumental de persuadir a la población de vacunar a las infancias de sus comunidades. Estas vacunadoras están en la última trinchera de la lucha contra la polio a nivel mundial, muchas veces poniendo sus propias vidas en peligro; tan sólo en 2021, tres mujeres vacunadoras fueron asesinadas en Afganistán mientras entraban a un hogar a vacunar a los niños que ahí habitaban.
En Bangladesh, hay mujeres quienes se han convertido en vacunadoras de aves de corral para prevenir que éstas se enfermen y mueran por diversas enfermedades infecciosas. Las vacunadoras visitan casa por casa, inmunizando pollos, gallos y gallinas, animales que representan una fuente de alimento o ingreso para muchas familias que viven en regiones rurales del país. Para las vacunadoras la tarea no ha sido fácil, han encontrado resistencia y escepticismo, especialmente por parte de hombres en la comunidad. Sin embargo, los resultados hablan por sí solos, y poco a poco su trabajo ha comenzado a ser respetado y valorado. Por otro lado, el convertirse en vacunadoras les ha brindado la oportunidad de tener independencia económica y de sentir que tienen un rol importante en su localidad; vacunando a las aves de corral, protegen las fuentes de ingreso de la comunidad, disminuyen el potencial de uso de antibióticos en aves enfermas, y se empoderan a ellas mismas, todos aspectos muy positivos desde cualquier perspectiva.

Vacunadoras en Pakistan, Malawi, Perú y Bangladesh.
Al igual que las vacunadoras de países como Pakistán o Bangladesh, que enfrentan riesgos personales, amenazas y profundas desigualdades, en nuestro país existen historias como la de Julia Paredes. En el caso de Julia, recorrer a caballo y atravesar montañas para llegar a las comunidades tarahumaras de Chihuahua le permitió no solo salvar vidas, sino ofrecer una oportunidad de futuro a personas que vivían en la completa marginación y el olvido. Julia es la fiel representación de trabajadoras de la salud que a través de años de esfuerzo han logrado cimentar cambios tangibles en el acceso a la herramienta más noble que existe en salud pública, la vacunación.
La historia de la enfermera Julia Paredes
Las historias de todas estas mujeres son un poderoso recordatorio del impacto transformador que pueden tener niñas curiosas y mujeres determinadas. No solo han salvado vidas, sino que también han roto barreras, enfrentado desafíos y han allanado el camino hacia un futuro más justo y saludable para todas y todos.
Felicidades a todas, en este día de la niña y la mujer en la ciencia.
Literatura consultada
- Oshinsky, D.M. (2005). Polio (Oxford University Press).
- Conniff, R. (2022) The Unsung Heroes Who Ended a Deadly Plague. https://www.smithsonianmag.com/science-nature/unsung-heroes-ended-deadly-plague-180979547/.
- Gellman, B. (2020). Sarah Gilbert’s race to save the world: The story behind the AstraZeneca vaccine. The Washington Post. https://www.washingtonpost.com/world/2021/12/06/sarah-gilbert-coronavirus-pandemic-vaccine/
- Gilbert, S., & Green, C. (2021). Vaxxers: The inside story of the Oxford AstraZeneca vaccine and the race against the virus. Hodder & Stoughton.
- Ferguson, S. (2021). Women vaccinators protect Pakistan’s children from polio. https://www.unicefusa.org/stories/women-vaccinators-protect-pakistans-children-polio.
- Nossiter, A. (2021). Three Women Working to Vaccinate Children Are Shot Dead in Afghanistan. https://www.nytimes.com/2021/03/30/world/asia/women-vaccine-workers-shot-afghanistan.html.
- Food and Agriculture Organization of the United Nations Women (2019). Vaccinators challenge perceptions and change lives in Bangladesh. https://www.fao.org/newsroom/story/Women-vaccinators-challenge-perceptions-and-change-lives-in-Bangladesh/en.
- Pan American Health Organization (2021). Julia Paredes: Enfermera mexicana que cruzó montañas para llevar vacunas y esperanza. https://www.paho.org/es/historias/julia-paredes-enfermera-mexicana-que-cruzo-montanas-para-llevar-vacunas-esperanza
[i] Tania Rivera Hernández (1984) es Ingeniera en Biotecnología del Poli y Doctora en Ciencias por la Universidad de Queensland. Forma parte del programa Investigadorxs por México y hace proyectos de desarrollo de vacunas en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Desde temprano en la carrera sintió fascinación por las vacunas, algo que sigue muy vigente muchos años después. Disfruta mucho la literatura infantil, la música, andar en bici y aprender sobre insectos y otros bichos.
María Guadalupe García Valeriano (1996) es bióloga por la UNAM y actualmente cursa una maestría en Ciencia y Tecnología de Vacunas y Bioterapéuticos en el IPN. Su investigación se centra en desarrollar una vacuna contra la salmonelosis no tifoídica, abordando el desafío crítico de la resistencia a los antibióticos. En 2022, realizó una estancia en el Institute of Immunology and Immunotherapy de la Universidad de Birmingham, donde estudió las propiedades adyuvantes de las porinas de Salmonella. Además, María es miembro activo de la Sección Estudiantil de Divulgación de Inmunología en la UNAM. En su tiempo libre, disfruta del fútbol y de asistir a conciertos.
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