La cadena entrópica
Digamos que cualquier semejanza con nosotros es mera coincidencia, entre mamíferos quedará. En el reino animal existe una conducta que considero genial, en el sentido del desarrollo extraordinario que presenta con relación a cómo simplificar la ardua tarea de perseguir la chuleta, como decimos los mexicanos. Se llama Cleptoparasitismo:
“El cleptoparasitismo es una estrategia de alimentación en la que un animal obtiene alimentos robándoselos a otros animales que ellos han adquiridos a un costo para sí mismos (Brockmann y Barnard 1979 , Iyengar 2008 )”.
Al que roba se le conoce como cleptoparásito y a la victima del robo se le llama anfitrión u hospedero.
Existe otra clasificación también: los cleptoparasitos obligados y los cleptoparasitos facultativos. El obligado, siempre se alimenta así, es decir toda su energía y forma de alimentación proviene del robo. El facultativo, digamos que le varía, a veces es cleptoparásito, sobre todo en época de reproducción durante la cual invierte toda la atención en conseguir pareja y aparearse, por lo tanto a la hora de la alimentación pues no le queda mas que cleptoparasitar. Sin embargo, existe polémica acerca de esta clasificación.
El cleptoparasitismo mas estudiado ha sido en aves y se ha encontrado que, por lo general, los ladrones de alimento:
- Poseen cerebros grandes
- Habitan áreas muy abiertas, lo cual facilita esta actividad
- Sus presas son vertebrados.
Se requiere de tal nivel de planeación para el ataque que podríamos considerar que los cleptoparásitos voladores poseen un nivel cerebral más desarrollado, pues la estrategia involucra una función cognitiva elevada. Todo empieza por elegir al huésped, calcular la velocidad de vuelo, poder anticipar el escape, ajustar el ángulo de ataque y considerar las condiciones del viento.
Existe además un factor de aprendizaje que ha sido estudiado en la Fregata magnificens. Se ha reportado que si una hembra adulta escoge a un huésped solitario en un área más abierta y en pleno vuelo su ataque tendrá mayor probabilidad de resultar fructífero. Los subadultos, que aún están en un periodo de aprendizaje, atacan varias veces en tierra a huéspedes en grupo, con un margen de error muy alto, ya que no distinguen si tienen presas o no, y la mayoría de los ataques son fallidos. El ataque de la hembra adulta utiliza menos energía, pues, aunque vuele mas alto, el resultado generalmente es positivo. Es un equilibrio perfecto entre cerebro, habilidad y fuerza.
De acuerdo con la teoría del forrajeo óptimo, un cleptoparasito obtiene mejor energía del robo que si consiguiera el sustento por sí mismo, es decir que hurtar el alimento sí conlleva una clara ventaja energética.
En las ternas, Sterna dougallii, aves que poseen los dos tipos de conductas, tanto cleptoparasita como honesta, se ha visto que los polluelos de los ejemplares cleptoparasitos sobreviven sobre todo en condiciones de escasez de comida y los polluelos de los honestos no, o en menor proporción.
Las especies que cleptoparasitan a su misma especie son denominadas como cleptoparasitos intraespecificos, y esto se explica como jerarquía, es decir, el más ladrón de todos podría ser el organismo alpha
Este fenómeno se registra en toda la escala zoológica, sin embargo, los organismos que me son familiares, y de los que hasta he sido víctima, son los mamíferos y las aves.
Los ladrones o cleptoparasitos de los que personalmente he sido víctima en dos ocasiones pertenecen a los roedores de la familia Sciuridae, comúnmente llamados ardillas.
Cursábamos la materia de botánica IV en la Facultad de Ciencias de la UNAM y aunque mi fuerte nunca fueron las plantas, , yo siempre fui zoofílica en el buen sentido del término, cursar esta materia prometía atractivas salidas al campo. En aquella ocasión el destino fue la maravillosa Huasteca Potosina. La excursión llegó a una zona desértica en la cual aparentemente no se veía gran cantidad de vida, fenómeno muy común en los desiertos, en donde en un primer acercamiento no se percibe mucho su gran diversidad y abundancia de seres vivos. El profesor entonces nos condujo a un área particularmente árida en donde se agachó y con la mano quitó la tierra de un montículo casi imperceptible, liberando al hacerlo a un pequeño cactus rupícola. Era redondo y tenía gajos concéntricos adornados por espinas blancas suaves en forma de puntos. Todos quedamos pasmados cuando nos informaron que se trataba ni más ni menos que de un ¡¡Peyote!!!, Lophophora williamsii.
Por supuesto que no pudimos resistir la tentación de llevarnos un par de muestras de regreso al DF, realmente no tanto con fines recreativos sino más bien con la idea de adoptar a una mascota nueva. Llegué a casa de mis padres orgullosa de mi nuevo ejemplar, mi madre sucumbió a sus encantos inmediatamente. Lo colocamos en una cesta especial y comenzamos a cuidar de él. Al poco tiempo el peyote empezó a desarrollar algo que se conoce como variación clinal, lo cual ocurre cuando una planta no se encuentra en sus condiciones originales. En este caso, la altura del D.F. en combinación con el riego excesivo de los múltiples habitantes de la casa, tuvieron un efecto nocivo sobre el cacto, de tal manera que empezó a adquirir una altura muy extraña. Y mi madre, con la mejor de las intenciones, lo sacó al balcón de la casa para que recibiera mejores condiciones. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando regresé de la Universidad para encontrarme con que mi peyote ya no estaba. Con desesperación pregunté a mi madre qué había sucedido. Me contestó que no me sobrexcitara tanto, que tenía que estar ahí, sin embargo, al salir al balcón, constatamos la imagen de la maceta vacía.
Fue en ese momento que le cayó el veinte a mi madre y me dijo:
“Ay mijita con razón había dos ardillas azotándose contra el vidrio”.
Noooo, pensé yo, las condenadas se habían robado y comido a mi mascota favorita. Nunca supimos que fue de las ardillas mezcalinizadas, no las volvimos a ver, si desarrollaron algún tipo de adicción, que lástima, porque no era un recurso que pudieran encontrar en la zona.
Podríamos decir que en este caso se trató de un ladrón que roba a ladrón.
El siguiente caso también involucra al mismo tipo de mamífero roedor que, aunque la verdad son simpáticos, en el DF ya representan una plaga de dimensiones considerables.
Existen treinta y cinco especies de ardillas en México, en el distrito federal tenemos dos especies, la arborícola, que es la problemática y la gris terrestre que prefiere zonas rocosas como zonas de pedregal y que se desplaza por la tierra con la cola extendida.
En condiciones normales se encuentran entre tres y cuatro ardillas por hectárea en un bosque, pero en ciertas zonas de la Ciudad de México la densidad es mucho mayor, por ejemplo, en el bosque de Chapultepec y en los Viveros de Coyoacán, puede alcanzar hasta los cuarenta o mas individuos por hectárea, lo cual denota una sobrepoblación brutal.
Todos los domingos voy a la UNAM en bicicleta en compañía de un amigo que es director de orquesta. Normalmente tomamos un descanso en el Instituto de Ingeniería, que realmente es bellísimo. En esa ocasión llevábamos un pequeño envase con nueces de la india, lo pusimos en el pasto entre nuestras cabezas, con una cercanía extraordinaria. De repente el director de orquesta se levanta indignado gritando “maldita ardilla”. Pero yo ni tiempo tuve para reaccionar, la ardilla nos robó el envase con las nueces, se trepó ágilmente a la copa de un árbol y se acomodo sobre una rama.
Sin embargo, a los pocos segundos, la ardilla fue atacada, a su vez, por un segundo ladrón. Se trataba de un Quiscalus mexicanus hembra ue revoloteaba a su alrededor y trataba de arrebatarle el botín. Parecía como un avión kamikaze lanzándose en picada contra ella. Debo aceptar que la ardilla defendió heroicamente el trofeo, hasta que no pudo aguantar más los embistes y por aferrarse al tronco se le cayeron las nueces al piso. El ave no se dio cuenta o ya no se animó a bajar hasta el pasto a reclamar las nueces. Pero ella bajó con sumo cuidado y sin perdernos de vista, midiendo si podía recuperar o no el preciado botín, se aproximó hasta las nueces desperdigadas. Ante tal despliegue de destreza y la energía empleada en defenderlas, optamos por dejar que la ardilla saciara sus ansias de hurto.
Otros mamíferosque que son famosos por su cleptoparasitismo son los lobos marinos, anexo una noticia de un diario Peruano en donde el ataque contra lobos marinos perpetuados por pescadores resulta una práctica habitual, ya que son considerados como enemigos porque rompen las redes y roban la captura.
“En los últimos dos meses aparecieron más de 50 lobos marinos muertos en las playas de la zona. La mayoría, atacados por los pescadores con sus arpones.”
Esto mismo ocurre de manera regular en Baja California con la especie de lobo marino Zalophus californianus .
Aquí se puede ver a un mamífero cleptoparasitando a otro mamífero, es decir un caso de interespecie.
En otros mamíferos primates, homínidos para ser más específicos, el cleptoparasitismo logra sus máximos alcances, sin embargo, aún no vemos bien que esto lleve a la especie a un punto evolutivo más ventajoso. Quizás sólo sea que el pulgar oponible sirve para un mejor cleptoparasitismo. En fin, este punto lo dejo abierto a los lectores.
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