Una ola de pánico e insectofobia se ha desatado en la Ciudad de México, provocando la fumigación masiva de espacios colectivos a raíz de supuestos avistamientos de una plaga de chinches difundidos por las redes sociales. El foco principal de este pánico es la Ciudad Universitaria capitalina, donde a raíz del clamor estudiantil, se ha implementado una campaña de fumigación en gran parte de las facultades de dicho plantel. En un intento por apaciguar la psicosis colectiva, y enfriar un poco la cabeza, exploraremos la verdadera dimensión del problema develando los mitos en torno a este grupo de insectos chupasangre. Por Valentina Sandoval Granillo*
Contexto de los pequeños hematófagos
La historia de nuestra relación con las chinches de cama trasciende los medios de transporte, las maletas de rueditas y los colchones de hoteles de mala muerte, remontándose varios miles de años al momento en el que nuestros ancestros humanos compartían refugio con los murciélagos en el interior de las cuevas. Ahí se cree que las chinches que parasitaban mamíferos alados probaron por primera vez nuestra sangre, para después convertirnos en su alimento predilecto. La primera evidencia directa de restos que confirman la convivencia humana con estos insectos vampiro fue encontrada a 270 km al sur de Cairo, en excavaciones arqueológicas de la región egipcia de Amarna que datan de 1356 a.C. Y su presencia está documentada en los escritos de Aristóteles, Aristófanes, Plinio y Dioscórides.
Lo que hoy llamamos chinches de cama son dos especies hermanas de insectos que se alimentan preferentemente –pero no exclusivamente– de sangre humana. Ambas especies forman parte de una familia peculiar (Cimicidae) de alrededor de cien especies de chinches que beben la sangre de animales como palomas, gallinas, golondrinas y murciélagos. Son hermanas porque comparten el mismo género: Cimex lectularius es el nombre científico de la chinche de cama de las latitudes templadas, mientras que su hermana, la Cimex hemipterus prefiere las zonas más cálidas de los trópicos. A pesar de estas preferencias, ambas especies se han movido por todo el mundo a bordo del equipaje y las pertenencias de millones de personas que viajan sin cesar de un país a otro, ya sea por placer, por negocio o por necesidad

Su colonización global se ha visto facilitada por su minúscula talla, que en su etapa adulta ronda aproximadamente las dimensiones de una semilla de manzana. Se trata de insectos redondos, de color café a rojizo y nacen a partir de huevos de aspecto aperlado y del tamaño de una cabeza de alfiler. Dichos huevos tienen un opérculo, o pequeña tapita de la que emerge una chinche diminuta que requerirá de al menos un banquete sanguinario para mudar de piel y pasar a la siguiente etapa, y así ir creciendo progresivamente.
Su hambre se manifiesta durante la noche, momento en el que se trasladan caminando desde su guarida hasta los tobillos o brazos descubiertos de sus durmientes víctimas (caminan, pues durante su historia evolutiva perdieron las alas y con ello la capacidad de volar). Sus mordidas pueden o no producir una reacción en la piel de las personas, aunque las ronchas por sí mismas generalmente no son carácter suficiente para poder concluir que se trata de chinches de cama. Cuando no se encuentran sorbiendo sangre, se resguardan en grupo entre los rincones de una gran variedad de espacios, comenzando por las costuras de los colchones y propagándose a otros lugares cuando sus números aumentan por la falta de medidas para su control.

Durante la primera mitad del siglo pasado, las chinches de cama eran bastante comunes en los asentamientos humanos, tanto así que se estima que una de cada tres moradas en los Estados Unidos albergaba a estos insectos. Después de la segunda guerra mundial, sin embargo, y a raíz del uso masivo e indiscriminado del DDT (un insecticida altamente tóxico tanto para los insectos como para nosotros), se tuvo la impresión de que su erradicación estaba garantizada. No obstante, algunas chinches tozudas sobrevivieron y desde los rincones oscuros comenzaron a repoblar el mundo con su progenie resistente al veneno. Otras sustancias tóxicas han sido utilizadas para darles batalla, pero, así como sucedió con el DDT, las chinches han generado resistencia a muchas de ellas. Y es así como llegamos a la actualidad, donde las poblaciones de chinches han aumentado drásticamente a nivel mundial para, una vez más, representar un problema común a nuestra estirpe, un embate invertebrado que no discrimina entre clases sociales, pues ni los departamentos de lujo se encuentran a salvo de ser colonizados.
Para ponerlo en perspectiva, las chinches tienen la categoría de orden en la taxonomía, rama de la biología que se encarga de nombrar y clasificar a todos los seres vivos. Como las famosas matrioshkas rusas, un orden contiene familias, las familias contienen géneros y los géneros albergan por último a las especies. Ejemplos de órdenes animales son el grupo de los primates, que incluye entre otros a lémures, gibones, monos, gorilas y humanos, o el grupo de los escamosos o Squamata que contiene a las serpientes, lagartijas e iguanas.
Ejemplos de órdenes de insectos son el grupo de los escarabajos o coleópteros o el de las palomillas y mariposas que se conocen por su nombre en latín como lepidópteros. Así, el orden Hemiptera, es un grupo que contiene más de 50,000 especies distintas de hemípteros comúnmente llamados chinches. ¿Qué es lo que las une? Primero, unas alas mitad coriáceas y mitad membranosas, y segundo, que todas poseen un aparato bucal picador-chupador. Sí, así se llama. La boca particular de estos insectos es como un popote afilado con el cual pueden perforar, dependiendo de la especie, ya sea el tallo de una planta para sorber su savia o la piel de un animal para succionarle la sangre.
Cabe señalar que dentro del grupo de las chinches 60% son herbívoras y se alimentan del líquido vital de las plantas, como los áfidos que plagan las plantas domésticas, los famosos “willys” o la chinche comestible del mezquite (Cocopache o Xamue); mientras que el 40% restante son depredadoras carnívoras de otros insectos, con un subconjunto siendo exclusivamente hematófagas, del griego haima, “sangre” y fagos, “comer”.

De arriba a abajo y de izquierda a derecha: Aphis coreopsidis fotografía de Jesse Rorabaugh, Pachylis gigas fotografía de Luis Stevens, Stenomacra marginella o “willy” fotografía de Rubén O. García Linare todas tomadas de Naturalista).
Otras chinches problemáticas (las besuconas)
Hagamos un paréntesis para hablar de un grupo distinto de chinches hematófagas que pueden ser peligrosas para el ser humano: las famosas chinches besuconas. Las cuales son de interés médico debido a su capacidad de fungir como vector del protozoario responsable de causar la enfermedad de Chagas. Pertenecen a una familia grande de chinches carnívoras a las que se les conoce con el nombre genérico de “chinches asesinas” (Reduviidae) debido a que la mayoría de estas se alimentan de otros insectos. Y ahora, aprovechando su nombre común, un chiste:
–¿Qué tienen en común las chinches y los dementores?…
–Que ambos besan horrible.
Las chinches besuconas se alimentan durante la noche, y “besan” cuando perforan la piel y beben la sangre de humanos y otros mamíferos. Cuando terminan de alimentarse, defecan junto a la zona del piquete, y es en las heces que excretan donde se encuentra el parásito, que es introducido al cuerpo cuando la persona o el animal se rasca la herida. No todos los individuos de chinche besucona están infectados con el parásito del Chagas, Trypanosoma cruzi, sin embargo, la única forma de saberlo es mirando una muestra de sus heces bajo el microscopio.
En etapa adulta las chiches besuconas miden entre dos y cuatro centímetros, son de color café o negro, y a pesar de ser algo distintas entre sí, hay algunas características que, de presentarse todas, nos pueden indicar fuertemente que se trata de una chinche besucona:
- Cabeza delgada y alargada de la que sobresalen los ojos de manera muy notoria.
- Antenas y patas delgadas sin protuberancias.
- Un borde alzado alrededor de las alas, que en su etapa adulta parece una falda que alterna marcas anaranjadas y negras.
Si se presenta sólo una de las características mencionadas no es suficiente para identificar a una chinche besucona, pues hay muchas especies de chinches que comparten tales rasgos. Para que no paguen justos por pecadores, en caso de tener la duda, es recomendable tomar una buena foto del insecto en cuestión y subirla a Naturalista (una aplicación de ciencia ciudadana en donde a partir de la foto y la ubicación en donde se encontró, algún biólogo con experiencia nos puede ayudar a identificar al insecto).

De izquierda a derecha: Triatoma dimidiata imagen de Karl Kroeker, Triatoma gerstaeckeri fotografía de RLM y Triatoma longipennis fotografía de Cristian Olvera. todas tomadas de Naturalista.
En México, hay cinco especies de chinches besuconas abundantes en el centro y sur del país. La más común de todas es Triatoma dimidiata, que se sabe es capaz de habitar en el interior de los hogares. Las chinches besuconas no son un problema en la CDMX, sin embargo, pueden llegar a ser abundantes en ciudades menos pobladas y en zonas rurales. Para reducir el riesgo de un contagio de mal de Chagas, es recomendable:
1) Evitar generar acumulaciones de objetos sin uso que puedan albergar insectos
2) Mantener un buen aseo doméstico
3) Tapar grietas en las paredes y colocar mosquiteros en puertas y ventanas que impidan la entrada de insectos a las habitaciones.
4) Cerrar bien tiendas de campaña y utilizar zapatos cerrados en exteriores por la noche
5) Mantener gallineros y corrales lo más lejos posible de las casas
6) Revisar, limpiar y cambiar techos de paja regularmente o sustituirlos por alambre o madera

De izquierda a derecha, arriba a abajo: Phthiacnemia picta fotografía de Carlos Arturo Marín Medina, Apiomerus flaviventris fotografía de Kevin W Smith tomada y Sephina vinula fotografía de Ricardo Arredondo T. todas tomadas de Naturalista.
Chiches de cama como posibles vectores de enfermedades
Volviendo a las pequeñas chinches de cama y después del párrafo anterior, probablemente exista la duda de si éstas transmiten o no alguna enfermedad. Es una pregunta para la que no basta un sí o un no, por lo que seré extremadamente cautelosa. Actualmente, no hay registros o pruebas de que las chinches de cama hayan sido responsables de brotes de contagios de alguna enfermedad en humanos. Tampoco existe evidencia de que hayan transmitido un patógeno directamente a un humano. Por otro lado, que no haya sucedido aún, no significa que sea imposible, sobre todo bajo un escenario de aumento progresivo de las poblaciones de chinches a nivel mundial y por lo tanto un aumento del contacto entre chinches y humanos.
Existe un estudio de 1983, en el cual se observó en condiciones de laboratorio que las chinches de cama alimentadas con sangre infectada con hepatitis B, podían albergar al virus en su interior y éste podía ser detectado en sus heces hasta cuarenta días posteriores a haber sido ingerido; los investigadores plantean que es una posibilidad que se produzca una transmisión mecánica del virus, parecido a como ocurre con la chinche besucona cuando se rasca la zona del piquete. Otro estudio de 2015, documenta evidencia de que una chinche de cama puede beber la sangre de un ratón infectado con la enfermedad de Chagas y transmitir esa enfermedad a un ratón sano. Ante esta evidencia sería sabio aplicar el principio precautorio, y no tomarse a la ligera una infestación por chinches.
¿Existe una infestación de chinches en Ciudad Universitaria?
Que exista una infestación o plaga es muy distinto al hecho de que se haya detectado la presencia de un individuo, si es que acaso se detectó. Hasta ahora, las pruebas en su mayoría son anecdóticas, además de videos en donde no se alcanza a identificar al insecto que se graba, que podría ser cualquier otra especie de chinche o inclusive no ser una chinche en absoluto.
En el Laboratorio de Ecología de Insectos en el Antropoceno (LEIA), del Instituto de Ecología de este plantel universitario, hemos recibido presuntas chinches de cama que, después de una revisión detallada, resultan no serlo. En la aplicación de ciencia ciudadana Naturalista no hay ningún registro fotográfico para CU de chinches de cama. Dado que la UNAM es una universidad con miles de estudiantes es probable que algunos de ellos tengan chinches en sus hogares, y que estas pudieran ser transportadas desde esos recintos hacia otros lugares.
Lo cierto es que, hasta ahora, la evidencia de que existe una plaga de chinches en la universidad es sumamente débil, y la reacción de histeria y pánico en torno a los rumores está completamente injustificada. El proceder de la administración universitaria en este caso ha dejado bastante que desear, cuando no ha probado ser directamente cuestionable, puesto que, como mencionábamos, los insecticidas no son una manera eficaz de combatir a las chinches, a la par de que más bien terminan aniquilando las poblaciones de insectos benéficos que habitan en el campus y en la Reserva del Pedregal de San Ángel. Fumigar todas las facultades de manera preventiva es una acción desmedida e innecesaria, que en todo caso está atentando contra la biodiversidad de invertebrados.
Prevención (consejos anti chinches)
Queda en nuestras manos disminuir la probabilidad de esparcir o recoger chinches de cama y saber qué tendríamos que hacer en caso de encontrar alguna en nuestro hogar. Cuando viajamos y dormimos en camas de hoteles o casas ajenas, antes de introducir nuestro equipaje en las habitaciones, es recomendable descubrir las camas y buscar en las costuras si existe presencia de chinches (o buscar las manchas pequeñas de color oscuro producidas por su excremento que dan testimonio de su presencia).
Es recomendable mantener nuestra ropa dentro de la maleta y colocarla en un soporte elevado, o colgar la ropa en ganchos y evitar dejarla en el piso o guardarla dentro de los cajones. Es importante lavar nuestra ropa con agua caliente y secarla en la secadora al regresar de cualquier viaje, pues temperaturas arriba de 50 ºC matan a las chinches de forma inmediata.
Hay evidencia científica de que la mezcla de aceites esenciales de tomillo, orégano y clavo en conjunto son un repelente e insecticida contra las chinches, por lo que rociar esta mezcla sobre las maletas puede ser una buena medida de prevención. Otros aceites esenciales como el de menta, canela o Neem también pueden ser utilizados.

Aspirar periódicamente la cama o los cojines en el hogar impide el establecimiento de chinches. Si se detecta que hay un problema, una sola medida no es suficiente para erradicarlas, se debe pelear con un conjunto de medidas que incluirán lavar, aspirar y de ser posible aplicar vapor caliente en las superficies o materiales de tela, entre otras. Se puede aplicar tierra de diatomeas de manera muy dosificada y con precaución en lugares clave transitados por las chinches como las patas de la cama, sin embargo, esta tierra debe ser espolvoreada muy finamente puesto que grandes cúmulos pueden ser evadidos por las chinches y de ser inhalada puede producir problemas respiratorios.
Existe evidencia de que los repelentes ultrasónicos no funcionan contra las chinches, tampoco las llamadas bombas de humo contra chinches. Ante un problema muy grave existe la opción, aunque costosa, de contratar compañías que se dedican profesionalmente al exterminio de chinches y saben qué sustancias siguen siendo efectivas y qué otras han dejado de serlo.
Una infestación o plaga de chinches de cama puede provocar daño psicológico para las personas afectadas, e implica un estigma social por estar asociada con las malas prácticas de higiene. Es peligroso compartir información poco fidedigna que propaga el miedo y la ignorancia. Los insectos son un grupo de animales que lleva a cabo procesos indispensables para la vida en la tierra y dentro de este grupo de casi un millón de especies descritas, existen algunas pocas que pueden provocar problemas para los humanos. Por eso es importante conocerlas, para aprender a lidiar con ellas de forma dirigida y sin perjudicar a otras especies y a nuestro entorno.
* Valentina Sandoval Granillo (1994) es una bióloga mexicana que actualmente está cursando la maestría en el Laboratorio de Ecología de Insectos en el Antropoceno (LEIA) del Instituto de Ecología de la UNAM, estudiando el efecto de la contaminación lumínica diurna en las libélulas. Le apasionan la fotografía macro de insectos, la propagación de plantas, el acuarismo, la lectura y las series de televisión. Contacto: vsandovalgranillo@gmail.com instagram: @valentinasand
Para más información, consultar:
Córdoba-Aguilar, A., Ensaldo-Cárdenas, A.S., Sánchez, X.J., Martínez-Castaneira, M.X., Valencia, L.A., Vargas, R., Sandoval-Granillo, V., Nava, A., 2023, Consejos prácticos ante la extinción masiva de insectos, Boletín de la Sociedad Mexicana de Entomología, 3(7), 50-82.
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