Por lo general, percibo en la forma de los congresos y de algunas situaciones académicas, tonos extraños y refinados en los que prefiero no estar y no involucrarme, porque siento que no encajo y porque generalmente no sé en qué tono tengo que hablar. Por vania carmona [i](5º Congreso Internacional de Ciencias Sociales. Nuevas perspectivas de análisis para realidades complejas. Fac. de Ciencias Sociales. San Cristóbal de las Casas, Chiapas).
Para Sofía Flores.
Quien me habla sobre física, haciendo poesía.
No sé si tengo que cambiar las palabras que quisiera elegir, o si tendré la obligación de no salirme del margen solo porque parece que hay una sola manera de decir y de escribir las cosas que estoy pensando. Ya ven, incluso las ponencias que se llevan a cabo en la academia, ya no sabe una si hacerlo a la vieja, o a la nueva usanza, porque a veces el escrutinio de la mirada ajena parece que siempre está al acecho.
Disculpen la confesión, pero del lugar de donde vengo, las reuniones académicas, en su mayoría, son actos de jerarquía donde uno va a escuchar a las personas que saben cómo expresarse y saben qué decir. Lo cual no significa que no sea una forma de aprender y de escuchar.
Sin embargo, el motivo y el lugar geográfico donde nos encontramos ahora, me hacen pensar en otras alternativas para llevar a cabo reuniones académicas mientras a su vez reflexionamos entorno a lo educativo. Desde modos más amables con la humanidad y con la naturaleza que nos rodea. Y que también, todo puede pensarse a través de aquellos sitios que nos ayuden a pensar en lo que significa y en el compromiso que conlleva resistir, luchar y existir desde lados opuestos a los convencionales.
Tal vez, uno de los problemas que oculta nuestra creatividad, se encuentra en esas formas hegemónicas que tenemos de atender nuestras realidades, de mirar o de no mirar las problemáticas de los demás. En esa maña tan arraigada que tenemos algunos de no pensar en colectivo; no porque seamos malas personas, o seamos malos docentes, sino porque, entre otros aspectos, muchos de nosotros así fuimos educados. Así nos enseñaron en nuestra casa y en la escuela.
La problemática a la que apunta el estado de esta intervención, se refiere a esas convenciones en las que hemos sido formados en las escuelas tradicionales que preservan formas autoritarias de educar, en específico en el área de la enseñanza de las habilidades lingüísticas.
Quizás, haber empezado este diálogo con ustedes de esta forma aparentemente opuesta a las fórmulas conocidas, es causa de unas cuantas reflexiones que suceden y derivan de algunas lecturas, pero sobre todo de las pláticas —con los compañeros y los amigos— sobre educación, anarquismo, creatividad y libertad.
En este camino de conversaciones y lecturas colectivas e individuales he encontrado ciertas pistas que me motivan a pensar en el uso y en la defensa de nuestras libertades. Así como en la manera en la que concebimos la escritura, como un acto que solo es capaz de realizar adecuada, cabal, lógica o estéticamente aquellos que han sido llamados por el espíritu de un dios que solamente elige a unos cuantos, casi siempre, qué casualidad, a los que gozan de mayores privilegios.

Este enfoque de exclusión puede ser (o es) un reflejo de la herencia colonialista que nos enseñó a obedecer y a callarnos cuando compartíamos nuestras ideas y nuestros pensamientos en una lengua ajena, incomprensible y distante − en todas sus voluntades y sus silencios – a la del misionero, como menciona Ivan Illich en su ensayo titulado “La elocuencia del silencio” (2006).
El problema que tenemos con la escritura, o por qué es una habilidad que nos cuesta tanto cultivar, es porque probablemente enseñamos a hacerlo, yendo en sentido contrario a lo que implica cultivar, ya que este concepto involucra paciencia, amor, calma y respeto. Además de tomar en cuenta los saberes ancestrales que nos recuerdan que, para cultivar, hay que observar y sentir con atención los movimientos de las estrellas que se encuentran en el cielo. Todo lo contrario a la educación autoritaria que hace dictado, que nos obliga a que repitamos sin pensar, a que copiemos sin sentirnos inspirados a copiar y a memorizar para olvidar. Que nos corrige a gritos, o que nos humilla con desprecio o con indiferencia. Que nos invisibiliza.
Por ejemplo, estamos acostumbrados, malamente, a enseñar la escritura desde esos sitios donde la gramática es lo más importante para escribir adecuadamente (Moreno, 2014). Dejando de lado que la bondad en las formas de enseñanza es indispensable para generar confianza en los seres humanos a quienes tenemos el compromiso de educar y de enseñarles algo que sea significativo, pero sobre todo, sea relevante en sus vidas.
Acompañar a los estudiantes en los procesos de aprendizaje de escritura y de escritura creativa, implica reflexionar en torno a esas prácticas colonialistas que tenemos como docentes. Porque muchas de nosotras y de nosotros educamos desde esos lugares donde la falta de escucha entre los que ocupamos las aulas, la falta de oralidad y de diálogo siguen imperando.
Lo importante no es únicamente denunciar los problemas, sino también plantear, o más bien evocar, una propuesta que ya se ha dicho antes y de varias formas. Como se plantea desde el constructivismo y desde los enfoques pedagógicos libertarios que nos recuerdan que es posible educar a las infancias y a las juventudes —a las personas— a través del respeto y el trato digno hacia todos los colores que en el universo existen.
La bondad en las aulas, sucede de muchas formas. Despertar y fortalecer nuestras habilidades de escucha, de habla, de lectura y de escritura tiene que ver con el respeto a la lengua de los demás, con las formas en las que decidimos dejar de reírnos del otro cuando dice una palabra que no me gusta cómo suena, porque me enseñaron que es incorrecta o porque simplemente no conozco. Cuando decidimos reflexionar que nombrar y compartir nuestras palabras puede ser liberador, pero casi nunca lo hacemos porque existe el miedo hacia la burla del profesor o de los compañeros que no han aprendido a ser buenos compañeros.

Para enseñar a escribir desde una perspectiva libertaria se sugiere pensar en formas creativas de hacer las clases, de buscar y llevar a cabo estrategias que estén basadas en métodos que puedan ser viables, que estén engranados de todo ese constructivismo que abrazamos al enseñar; pero más que nada, traer el amor a las aulas en sus formas más básicas y profundas. Desde dar a los estudiantes la bienvenida con algún tipo de música que pueda provocar algo en ellos. Que allane el camino y que ayude a construir un clima de aprendizaje propicio para estar en paz y en calma. Que los estudiantes regresen al siguiente día porque desean volver al espacio donde sienten y saben que están a salvo y no en manos de un tirano, o de un acosador.
Compartir con nuestros estudiantes algo auténtico que nazca de nuestro corazón vinculándonos con respeto y con ética. Pensar que nuestras clases son una oportunidad para recordarnos que somos dignos, que lo que pensamos en las formas que pensamos e imaginamos, que los paisajes que construimos de nuestra vida y de nuestro entorno son dignos de ser compartidos, pues de ahí nace una sustancia muy poderosa que ayuda a que la educación cobre sentido.
Para finalizar, quiero contarles algo que me dijo me amiga Sofía, quien también es docente de CCH, cuando le comenté que no sabía si me sentía capaz para compartir algo verdaderamente significativo del lugar que hoy nos convoca. Su respuesta fue la siguiente.
“platícales cómo desde la educación también transformamos las realidades, el lenguaje nos habla de los sujetos, de las individualidades. En tu propuesta lo que buscas es que los jóvenes se vuelvan a encontrar consigo mismos y que construyan colectivamente. Es importante que compartamos las maneras en las que resistimos desde acá, desde la ciudad … porque la creatividad es un elemento que el zapatismo ha señalado… pues es algo que el capitalismo, [todavía] no nos ha robado.”
Ni nos robará.
La palabra de mi amiga me dejó pensando que todas tenemos formas de resistir y de seguir luchando. A menudo, las posturas anárquicas nos recuerdan que el amor, la ternura y la dulzura —alejadas de su única y peligrosa percepción romántica— son tesoros muy poderosos para educarnos con conciencia y en libertad.

Referencias
Moreno, V. et.al. (2014). La educación lingüística, entre el deseo y la realidad. Competencias comunicativas y enseñanza del lenguaje. Flacso México / Octaedro.
Illich, I. (2006). Obras Reunidas I. Fondo de Cultura Económica.
[i] Vania E. Carmona C. (1985) es docente de Análisis de Textos Literarios en el CCH Sur. Es egresada de la carrera de Letras Hispánicas de la UAM – Iztapalapa. Actualmente cursa el Posgrado en Docencia para la Educación Media Superior en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Casi siempre piensa y reflexiona sobre lo educativo y la adolescencia desde posicionamientos anárquicos. Le gustan las palabras, leer, escribir, viajar con sus amigxs y escuchar a las personas. Ama a los animales, el sol y la música. Practica yoga para atraer el silencio a su vida y observar el mundo con un poco más de calma.
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