Atestiguar a un ser humano de apenas semanas de vida padecer tosferina, es una experiencia desgarradora. Los episodios de tos, con espasmos que se repiten entre 10 y 30 veces sin descanso, culminan con un desesperado intento por tomar aire, que es acompañado por un silbido estremecedor. Los episodios se repiten una y otra vez, siendo cada vez más violentos, en ocasiones provocando vómito, rostros azules por la falta de oxígeno, vasos sanguíneos reventados y costillas fracturadas por el esfuerzo. Por Tania Rivera Hernández[1]
La tosferina recibe su nombre por su similitud sonora a una tos feral, salvaje e incontrolable. No obstante, una vacuna nos permitió controlarla; sin embargo, gracias a nuestra complacencia, la tos de las fieras está de vuelta.
Se trata de una infección causada por Bordetella pertussis, una bacteria especialmente hábil en adherirse a nuestro tracto respiratorio, desde donde orquesta los síntomas de la enfermedad. Todo comienza como muchas otras infecciones respiratorias, escurrimiento nasal, ojos llorosos, y en ocasiones fiebre, nada que, en principio resulte especialmente preocupante. Durante este periodo la infección podría ser tratada con antibióticos, algo que rara vez sucede ya que la levedad y poca especificidad de los síntomas dificultan un diagnóstico oportuno.
Pasadas una a dos semanas comienza una tos en un principio discreta, pero que poco a poco se intensifica. Conforme pasan los días, el esperado alivio nunca llega, y la tos se vuelve cada vez más severa. En este momento es posible que el conjunto de síntomas oriente al diagnóstico de tosferina, pero ya en este punto un tratamiento con antibióticos es un intento fútil para combatir la enfermedad.

Mientras coloniza y permanece adherida a nuestras vías respiratorias, la bacteria produce un arsenal de toxinas, las cuales hacen que nuestro sistema inmune produzca inflamación desmedida. Es precisamente esa inflamación sin control, la causante de la tos indomable, y es por eso que a estas alturas, atacar a la bacteria con antibióticos no modifica el curso de la enfermedad la cual puede concluir en neumonía, daño cerebral o hasta paro respiratorio.
La mayoría de las muertes por tosferina se da en niños menores a 6 meses, principalmente porque el tracto respiratorio a esta edad es bastante pequeño y la inflamación fácilmente puede bloquear el paso de aire. Afortunadamente la tosferina es una enfermedad prevenible por vacunación, y el esquema se puede comenzar a aplicar a partir de los 2 meses, con dosis adicionales a los 4, 6 y 18 meses de edad. Esto quiere decir que, durante los dos primeros meses de vida, los bebés siguen siendo susceptibles a infectarse con esta bacteria.
En 2012, el Reino Unido sufrió un brote de tosferina en el que fallecieron 14 infantes y se observó un aumento de más del 700% de casos de tosferina comparado con el año anterior. Se declaró una emergencia de salud pública y se decidió tomar una medida que en ese entonces se consideró hasta cierto punto radical, vacunar a mujeres embarazadas que se encontraran en el segundo o tercer trimestre del embarazo.

Se sabe que las madres gestantes pueden transferir anticuerpos al feto a través de la placenta. Con esta idea se planteó que, al vacunar a las personas embarazadas, éstas generarían anticuerpos específicos contra la bacteria, los cuales serían luego transferidos al feto. De esta manera, al nacer, el bebé tendría en circulación dichos anticuerpos maternos y estaría protegido frente a la infección.
Dichos anticuerpos tienen una vida media limitada y permanecen en el organismo del neonato por unas semanas, aproximadamente hasta los 2 meses de edad, justo cuando ya puede recibir su primera dosis de vacuna y comenzar a producir sus propios anticuerpos. La vacunación de mujeres embarazadas funcionó para detener el brote, y pasó de ser una medida de emergencia, a ser una estrategia de salud pública a nivel mundial y que hoy en día se usa para prevenir otras enfermedades que afectan principalmente a recién nacidos.

Es una estrategia increíble, que incluso podría caer en lo cursi cuando hablamos de maternar. Una forma más en que la madre da todo de sí para proteger a sus hijos, incluso de formas inadvertidas. La inmunización materna es un tema que por sí mismo merece su propia Crónica Infecciosa, así que si este tema es de su interés, manténgase en sintonía para entregas futuras de esta columna.
Volvamos a la tosferina. Hoy en día también sabemos que todos aquellos que deseamos conocer a un recién nacido por primera vez, podemos contribuir a protegerle recibiendo un refuerzo de la vacuna. Ya que, a pesar de no tener síntomas de la enfermedad, podemos ser portadores de la bacteria y en consecuencia, transmitirla a quien sea vulnerable. Como dicen por ahí, la vacunación es un acto de amor, y por más cursi que suene es totalmente cierto.

Y entonces, si contamos con estrategias para prevenir la enfermedad precisamente en la población más vulnerable, ¿por qué estamos viendo un resurgimiento de casos e incluso muertes por este padecimiento? La respuesta es la baja tasa de vacunación tanto en mujeres embarazadas como en la población en general.
La tosferina es una de las enfermedades más contagiosas que existen, solo superada por el sarampión (que también está de vuelta). Esto implica que se requiere una inmunización muy amplia para evitar brotes. Cuando esa barrera de protección colectiva se debilita, la enfermedad reaparece con fuerza. Al igual que con el sarampión, este resurgimiento está estrechamente ligado a la reticencia a la vacunación, ya sea por desinformación, dudas infundadas o por la propagación deliberada de mensajes falsos impulsados por grupos antivacunas.
En la primera mitad del 2025, en México se reportaron 59 muertes por tosferina, 58 de ellas en menores de 1 año quienes no habían recibido ninguna dosis de la vacuna. En todo 2024 fueron 32 muertes, y en 2023 ninguna, lo cual quiere decir que la situación sólo está empeorando. Muertes totalmente prevenibles, que más que sólo una cifra son vidas perdidas y tragedias sumamente dolorosas para las familias.
La tos feral anda suelta. Tenemos una vacuna y las estrategias adecuadas para dominarla. Ahora, nos falta actuar en lo colectivo para impedir que continúe rampante cobrando vidas que apenas empiezan.
Literatura consultada
- Olson, L.C. (1975). Pertussis. Medicine (Baltimore) 54, 427–469.
- Whooping cough: Three more babies die in outbreak (2012). BBC news.
- Cho, H.-K., Frivold, C., and Chu, H.Y. (2025). Maternal immunization. J. Infect. Dis. 231, 830–836.
- Boletín Epidemiológico Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica Sistema Único de Información https://www.gob.mx/salud/acciones-y-programas/direccion-general-de-epidemiologia-boletin-epidemiologico.
[1] Tania Rivera Hernández (1984) es Ingeniera en Biotecnología del Poli y Doctora en Ciencias por la Universidad de Queensland. Forma parte del programa Investigadorxs por México y hace proyectos de desarrollo de vacunas en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Desde temprano en la carrera sintió fascinación por las vacunas, algo que sigue muy vigente muchos años después. Disfruta mucho la literatura infantil, la música, andar en bici y aprender sobre insectos y otros bichos.
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